sábado, 12 de diciembre de 2009

“Le dedico mi condecoración a las nuevas generaciones”



Lotte Schulz, artista plástica de destacada trayectoria, fue condecorada recientemente por el Gobierno. En esta nota nos habla de sus recuerdos, su trabajo, y, como era inevitable, del calor.

Publicado en el diario La Nación
http://www.lanacion.com.py/noticias-280054.htm


Por Arturo Peña

Redactar una entrevista a Lotte Schulz no es tarea fácil, ya que la dictadura del espacio hace que una hoja sea algo demasiado breve para tentar, siquiera, plasmar una amena charla con ella, una mañana, bajo una frondosa parralera en su casa de Luque. Quizás es el lugar más fresco de toda la casa, silenciosa, con mucho verde y con gatos cruzando de tanto en tanto de un lugar a otro. “Siempre tuve gatos, por eso los conozco mucho, conozco todos sus movimientos”, nos comenta la artista nacida en Encarnación, en 1925, quien recientemente recibió un merecido reconocimiento por parte del gobierno: la Orden Nacional del Mérito en el Grado de Gran Cruz, junto con el poeta Carlos Federico Abente.
“Me hizo muy feliz la condecoración, pero en realidad no es para mí. Por eso la dediqué a las nuevas generaciones, a los artistas jóvenes, porque para mí el premio tiene que ser un estímulo para la juventud. Estas distinciones ya no son para nosotros, que ya pasamos el arco del tiempo, sino para los jóvenes”, afirma.
En la mesa, un catálogo donde aparece un retrato suyo hecho por el recordado Livio Abramo. “Yo empecé con el arte cuando tenía como doce años”, recuerda. El camino del arte la llevó luego a Curitiva, Brasil, donde se inscribió en el Instituto de Artes y Oficios. De esa escuela es uno de sus dos principales maestros: Guido Viaro, “porque con él hice la formación académica, el vino de Europa y abrió su taller en Curitiva, y con él y tuve mis lindos cinco años de formación”. Luego su encuentro con Livio Abramo, quien la introdujo en la técnica del grabado, dejando en sus manos su mejor herencia.

El Museo
Los recuerdos siguen viniendo, algo lentos, como frenados un poco por el calor de la mañana. Vienen para complicar la redacción, ya que cada porción de recuerdo es un punto de salida hacia otro, una ruta de memoria que puede llevar a Bolivia, Venezuela, Perú o hasta Africa, en anécdotas que Lotte va describiendo como si viera un cuadro de vivos colores. Entonces, cómo hacer con ellos, cómo hacer para incluirlos todos, en su voz y en su singular estilo de contarlas, en estas líneas…
Algunos de sus más gratos recuerdos se remontan, por ejemplo, a sus años como directora del Museo Nacional de Bellas Artes. “A mi me encantó esta etapa. Me gustó porque a través del museo tienes un margen tan ancho de actividad…”, señala y detiene el comentario de forma casi abrupta, para recordar de forma muy especial a don Juan Silvano Godoy, quien en la dura época de la posguerra asumiera la misión de proveer al Paraguay una delicado bagaje de obras de arte, compradas en diversas partes del mundo, y que hoy conforman la colección del Museo Nacional del Bellas Artes, institución que cumplió un siglo de vida este año.
La artista recuerda entre sus logros frente al museo, entra otras, la muestra “Homenaje a la hamaca”, en la que reunió todo tipo de hamacas de diversos materiales. “También hicimos una muestra de pandorgas, que me ayudó Manolo Prieto a montar, vieras que linda quedó esa muestra, con las pandorgas colgadas ahí del techo, les ponía un ventilador y era como si volaran”. Otra muestra que marcó su momento fue “Yataity vive”. “Allí ocupé dos salas, en una puse ropas confeccionadas con ao po’i teete y en otra sala mantelería, además de un telar donde una tejedora trabajaba ahí mismo, frente a los visitantes, otra mujer hacia el encaje ju, otra el ao po’i, mostrando a la gente cómo se hacían”, rememora.
También hay recuerdos menos alegres, como el que le tocó vivir en el 2002, cuando en un suceso casi cinematográfico, ladrones ingresaron al museo a través de un túnel y se llevaron cinco cuadros de la colección, entre ellos un Tintoreto y un Murillo.

El calor

Hoy Lotte Shulz pasa la mayor parte del tiempo en su casa, disfrutando de su bello jardín, pero siempre conectada con el ambiente cultural.

¿Estás pintando o haciendo trabajos?

-No, para nada, ¡quien tiene ganas de trabajar con este calor! Paso mucho tiempo en mi casa, aunque cada tanto voy para Asunción.

¿Cómo te movilizás?
-Voy en ómnibus. Así de paso hago ejercicio.

A sus más de ochenta años, Lotte posee una vitalidad envidiable. Se levanta, va a atender el teléfono. A su vuelta trae uno de sus cuadros, un hermoso grabado de un grupo de avestruces de largos cuellos. “También tuve avestruces en mi infancia”, comenta.

Con la experiencia de una vida cultivada en el arte, ¿cómo ves las cosas hoy, las cosas que están pasando en nuestro medio?
-Los cambios son difíciles. Yo estoy en el viejazo, reconozco, y entonces uno es disconforme por naturaleza con todas las innovaciones, y debe haber innovaciones positivas, pero lo que veo no me satisfacen, particularmente en la educación. No hay derecho de sacrificar toda una generación, por desidia del Gobierno para abajo, desde el Ministro y los maestros, hasta los padres. Yo hace años que estoy en educación y siempre les dije que no pueden hacer una reforma si no hacen un levantamiento previo del conocimiento de los maestros. La formación deja mucho que desear.

La mañana se acerca al medio día y la temperatura se eleva sensiblemente. Lotte finalmente comenta que va trabajar en unas tarjetas navideñas que ya tiene pensadas, a pesar del calor.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Blog para mirar


Este es el blog de la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Secretaría Nacional de Cultura, donde estoy trabajando en el área de comunicación. Si quieren pueden dar una vuelta y me dicen.

http://archivosbibliotecasmuseospy.wordpress.com/

Una carta para mi amiga Cynthia

En estos días le envié a mi amiga Cyhthia Lopes, quien vive en Rio de Janeiro, Brasil, una carta que le venía debiendo de hace un tiempo. Me concedió el honor de subirla a uno de sus blogs.
Cynthia es escritora y trabaja para el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, de Brasil. Estuvo en Asunción en agosto pasado para apoyar las jornadas de trabajo del Plan de Gestión del Archivo Nacional de Asunción. Y se quedó su amistad.

segunda-feira, 16 de novembro de 2009
Él Paraguay - por Arturo Peña



A manera de introducción

Se lo debía de hace rato. Mi querida amiga Cynthia me había pedido unas líneas para acompañar las lindas fotos que hizo durante su paso por Asunción, ocasión en que tuve el placer de conocerla. Y luego conocer también sus poemas, que son una extensión de ella. Y bueno, aquí están: humildes, quizás pocas para explicar este universo de poco más de 400 mil kilómetros cuadrados que es el Paraguay, pero líneas al final que llevan todo mi afecto (quizás esto les de también una pequeña muestra de esa particular relación que tenemos los paraguayos con el tiempo… Por ejemplo, cuando te digo: “mañana”, puede ser cualquier mañana… pero finalmente amanece).

Historias de una misma sangre

Cuenta la leyenda que del gran diluvio universal del que había anunciado el profeta Tamandare, solo sobrevivió una familia, a la que le fue asignada por Tupa (Dios) la misión de repoblar la Tierra. De esta familia de indígenas carios nacieron los hermanos Tupi y Guarani. Los hermanos crecieron fuertes en las inmensas selvas americanas, cultivando la tierra, cazando y protegiendo el paraíso natural que les rodeaba. Tuvieron sus esposas e hijos y compartieron el hogar.
Sin embargo, debido a disputas entre sus familias, pactaron separarse. Fue así que Guarani se dirigió hacia las tierras del sur, dando origen a los Pueblos que conocemos como los Guaraníes en Paraguay, noroeste de la Argentina y sur de Brasil. Mientras que Tupi llevó a su familia a poblar los territorios que hoy corresponden al Brasil y hacia el norte del continente. Así, según la leyenda, nacieron las dos familias carias más importantes de esta parte del continente, razas libres, fuertes e independientes, que dominaron el territorio hasta la llegada de los españoles.
Es por ello que lo que pueda contar de mi país es en realidad parte una misma historia, de una misma sangre que corre por nuestras venas, esas “venas abiertas” de Eduardo Galeano, que nos recorren de norte a sur y de este a oeste.
En Paraguay, nuestra sangre guaraní está muy presente, en el cotidiano, cuando subimos al bus para ir al trabajo, cuando salimos a comer algo, en el hogar. Está presente en nuestra forma de ver la vida, el día a día. Porque está presente en nuestra palabra.
El idioma guarani –lengua oficial del Paraguay junto con el español- es una de las grandes riquezas de nuestro pueblo. Es el cable de conexión con nuestros antepasados y es nuestra identidad hoy. Hablado de forma más pura y por la gran mayoría de la población en las zonas rurales, el guarani, en su forma urbana, se lo conoce como “jopara” (que significa: mezcla, en guarani), que es una fusión de una base hablada en guarani con vocablos en español insertados, sin una regla aparente. Por ejemplo: Jaha estadiope (Vamos al estadio: donde a la palabra estadio se le agrega la terminación “pe”, que vendría a cumplir una función de especie de adverbio de lugar).
El jopara se escucha en todas las esquinas, en las rondas de encuentro, donde tampoco falta el “terere”, una infusión de yerba mate con agua fría –sería un chimarrão con agua fría-, bebida muy tradicional del Paraguay, que tendría que ser, a mi criterio, incluido entre los símbolos nacionales, por lo menos. El terere en el Paraguay es casi vital. La utilización de la yerba, heredada de nuestros padres guaranies, es un verdadero aliciente en la época estival debido a las altas temperaturas y acompaña al paraguayo vaya a donde vaya, al estadio para ver un partido de fútbol o al trabajo (en momentos que se escriben estas líneas tenemos 34 grados de temperatura, en pleno noviembre. Obviamente, tengo mi terere aquí al lado…).
Si recorremos la historia del Paraguay, vemos que es una historia de sacrificio, como toda la historia latinoamericana. Es la vida de un pueblo que sigue cicatrizando hasta hoy, debido a que se sigue dañando sobre sus viejas heridas.
La Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) marcó a fuego nuestra historia. El conflicto, al que el escritor brasilero José Luis Chiavenato bautizó como el “genocidio americano”, enfrentó al Paraguay contra los ejércitos unidos de Argentina, Brasil y Uruguay, en una guerra sangrienta. Los grandes intereses del capital internacional llevaron a estas naciones hermanas a la confrontación, dejando para el Paraguay un saldo devastador, con el exterminio de casi toda la población, el robo de su territorio anexado por Brasil y Argentina, y la pérdida de su soberanía. Un país en ruinas. Una nación truncada. Y una nueva historia que se abría hacia un futuro incierto. De esta guerra se desprenden los grandes latifundios de tierras, vendidas por migajas para pagar los costos de la guerra, adquiridas por empresas y terratenientes extranjeros. La injusta distribución de la tierra sigue constituyendo hoy uno de los principales problemas sociales y económicos en el país.
Hoy el Paraguay trata de levantarse de otro periodo nefasto de su historia: la dictadura militar del general Alfredo Strossner, quien mantuvo al pueblo oprimido bajo un régimen de 35 años, que dejó centenares de muertos, desaparecidos y torturados, y sentó las bases para que su partido político, el partido Colorado, continuara en el gobierno por casi treinta años más.
Seis décadas de gobierno Colorado cayeron el pasado año, con la elección como presidente del Paraguay de Fernando Lugo, un ex obispo de la iglesia católica, hombre con un pasado de lucha social en una de las zonas más pobres del país, el departamento de San Pedro, quien surgió como una alternativa para una población harta de la corrupción política.
Los nuevos tiempos no vienen fáciles. Lugo está en la complicada misión de pelear, sin un respaldo político sólido, contra la estructura colorada, ahora en la oposición, que sigue activa a pesar de no ser gobierno y que ha puesto en marcha la maquinaria de la desestabilización. Hoy, la discusión política gira en torno a un intento de juicio político al presidente Lugo impulsado desde el Congreso. Un escenario de inseguridad social creado y alimentado por los medios de comunicación en manos de la derecha, ante el temor al perfil socialista del nuevo mandatario.
Augusto Roa Bastos, nuestra figura literaria más importante, definió al Paraguay como “isla sin mar”. Ciertamente, nuestra condición de país mediterráneo nos hace una especie de país para adentro. Poco se sabe quizás de lo que está pasando dentro de estas fronteras, pero no les miento si les digo que el futuro de una nueva historia latinoamericana, una nueva era que aspire a la justicia social y la igualdad, se puede estar jugando en parte aquí.
El terere se va acabando con estas líneas, que tratan de contar brevemente –y si me extendí más de la cuenta, mis disculpas- algo sobre mi país.
Otra de las características de nuestra gente es su hospitalidad, que espero la hayan podido sentir aquellas personas que ya nos visitaron. Por ello, entonces, les invito a cordialmente a que se vengan cuando quieran.
Tienen una casa en Paraguay.

Para ver el blog de Cynthia, entrar a:
http://opiniaoeatitude.blogspot.com/

sábado, 17 de octubre de 2009

Alucinaciones


Un hombre sediento iba caminando penosamente sobre la caliente arena de un desierto. En un momento tuvo una alucinación. A lo lejos vio un oasis de aguas claras y frescas. Se acercó a rastras y al llegar a lugar de su visión, sació su sed imaginariamente. Se refrescó. Descansó. Siguió caminando hasta su próxima alucinación.

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Al llegar a un punto del sendero, el caminante se dio cuenta de que había perdido el rumbo de su camino. Siguió caminando ladera abajo, luego una recta, luego un camino empinado. Tras horas de caminar, volvió a encontrarse en el mismo punto donde se había dado cuenta que perdió el rumbo. Se sintió aliviado.

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Se levantó esa mañana de tal mal humor que la luz de ese hermoso día lo irritó de sobremanera. De un movimiento brusco cerró las cortinas de la ventana y pasó varias horas a oscuras, pensando en que el mundo podía explotar allí afuera sin importarle. Con las horas, su humor fue atenuándose. Se sintió algo solo y sofocado, así que decidió abrir nuevamente las cortinas. Afuera había una oscuridad inmensa. Las cortinas se habían tragado toda la luz. Durmió con las cortinas abiertas esa noche, pero nunca más volvió a amanecer.

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Dos mujeres iban caminando por una vereda hablando efusivamente mal de otra persona. Más adelante, otra pareja, en la misma vereda, iba también hablando mal de otra persona. La persona de la que las dos mujeres hablaban mal, iba caminando por una calle de la ciudad, acompañada de otra persona, hablando mal de una de las dos mujeres. La persona de la que hablaba mal la segunda pareja estaba sola, caminando rumbo a su casa, pensando en las ganas que tenía de hablar mal de otra persona, que la pareja no conocía. Las dos mujeres que iban caminando por la vereda llegaron a una esquina donde cada una tomó su rumbo. Una vivía sola. La otra llegó a su casa y comenzó a hablar mal con su marido de la mujer de la que se había despedido.

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La pareja de amantes vivió días intensos de placer sexual durante un largo periodo. Para no dejar que muriera la pasión, cada uno comenzó a imaginar que el otro era otra persona en cada encuentro que tenían. La estrategia estaba dando resultado hasta que uno de ellos comenzó a imaginar que el otro era un amante con quien había vivido días intensos de placer sexual últimamente, y que se enamoraba. El otro pensó que sería una imaginación temporal nada más y siguió perdiéndose en otros cuerpos imaginarios.

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El joven inventor estaba dándole los retoques a su último invento. Entre sus creaciones se encontraban genialidades como: el velero que no necesitaba viento, el juego sin ganadores, el catarseador portátil, entre otros. Pero ahora sus ambiciones habían ido mucho más allá. Su último invento le daría algo que toda la humanidad había estado buscando durante siglos, el secreto más preciado: la máquina de la vida eterna. Parecía ya lista. Conectó ese cable al otro, sujetó mejor esos tornillos, le dio un pequeño lustre final a la manivela con el codo de su camisa. Pero algo falló. La máquina solo dio un pequeño destello, un pequeño quejido de hierros y volvió a detenerse. Sumamente perturbado cambió algunas piezas de lugar, confundido revisó nuevamente sus planos, alteró alguna fórmula. Llevaba cuatro noches sin dormir tratando de descifrar la falla. Unas pequeñas canas comenzaron a percibirse entre sus cabellos, dos arrugas se delinearon en su ceño fruncido de rabia y cansancio, las uñas le crecieron varios centímetros, una prominente barba comenzó a caer de su mandíbula. Las noches sin dormir siguieron. Las canas se hicieron más abundantes, mientras en su piel comenzaron a surgir manchas oscuras y la carne fue haciéndose cada vez más blanda. Su cuerpo ahora curvo seguía luchando contra la resistencia de las tuercas que cada vez se hacían más difíciles de ajustar. Cansado y viejo, a la décima noche, el anciano inventor se dio por vencido. Ya era tarde. Había inventado una máquina que succionaba el tiempo.

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Ella durmió con él esa anoche. Como otras veces, se citaron sin mayores explicaciones, bebieron algo y tuvieron sexo, entre juego y una especie de timidez, cómplice. Se besaron, se acariciaron, durmieron abrazados. Se salvaron un poco. Si alguien los hubiera visto hasta habría pensado que existía algo entre ambos. Pero nadie sabía de ellos. En realidad, eran dos polizontes encontrados en una misma huida. Por eso quizás, cuando dormía con él, ella sentía que extrañaba a otra persona. Extrañaba a alguien que no sabía bien quien. Alguien que amó o amaría, alguien que quiso con locura o querría. Una persona que le evocaba felicidad sin saber bien por qué. Alguien que pudo estar en un lugar o esparcido en todas las personas que conoció o conocería. Extrañaba y sufría un poco, mientras él le estiraba la sábana y suavemente giraba dejándole su espalda. Por la mañana desayunaron juntos. Ella rió como siempre con sus comentarios de cualquier cosa y sus ojos apenas se despegaban. El dijo que se iba. Se despidieron con un abrazo. Una tristeza extraña la envolvió en su puerta. Lo vio bajando por esa calle que amanecía, pero siguió extrañando a otra persona.

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Estaba escuchando un disco de Jimmy Hendrix solo en su cuarto. La música envolvía el lugar y rebotaba con furia contra los muebles y el techo, resbalándose entre el humo y volviendo. En ese momento percibió ese sonido extraño, como de un estallido lejano, un latido grueso, lento y único. Que increíble ese efecto como de explosión en Purple Haze, nunca lo había notado antes, pensó. Segundos después, la ola expansiva alcanzó su casa.

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Eran las 20:35. Estaba viendo la televisión en su casa cuando de repente se le cruzo en la cabeza ese plato de milanesas con ensalada de arroz de su infancia. Se levantó y fue hasta el local del Palacio de las milanesas, a la vuelta de su cuadra. Se acercó al mostrador y preguntó si su madre trabajaba allí.

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Cuando hojeó el diario esa mañana y en la página de las exequias figuraba su nombre con un mensaje de sus familiares expresando el inmenso dolor por la pérdida e inclusive una foto suya, se sintió morir.


Por mí, A.P., acá

martes, 6 de octubre de 2009

Una/Dos


La noche había sido, como tantas otras, de un tenso desvelo. Para ambas, el transcurso de todas esas horas arrastradas fue más que doloroso. El llanto picaba contenido en la garganta, pero hubiera sido todavía peor quebrar el silencio.
El día apareció por fin en la ventana. Una recibió la tenue luz en los ojos crispados, indefensos, pensando en por qué mierda todo, en cómo su vida se había convertido en aquel infierno.
La otra amaneció con ojos llenos rabia contenida. En esos ojos, también confusos, la ira se hacía sin embargo determinación. Ella no había elegido ese camino y por más que la vida la había empujado a ese laberinto del que no encontraba salida, no iba a soportarlo más.
Ambas se levantaron de la cama mareadas de sopor y angustia. Todavía retumbaban en el aire los gritos, los insultos; se enredaban en la cabeza las imágenes de miedo, todavía ardía en el rostro la marca púrpura de esa mano hostil.
Caminaron silenciosamente por el cuarto, moviéndose como fantasmas en la pesada penumbra. A su alrededor, los rastros de la noche: ropas desparramadas, una botella de whisky, pedazos de dolor por todas partes.
Se vistieron en silencio y salieron, y mientras iban a través de toda esa ciudad, a través de toda esa gente que las veía y no podía -ni podría- reconocerlas como una y otra, ambas sentían como sus historias se cruzaban y fundían. Se confundían las lágrimas en las mismas mejillas. Las manos de una eran las manos de la otra.
A veces la realidad tiene esos giros. Tantas vidas que se cruzan allí afuera. Tantas vidas en una sola y esas multiplicadas haciendo miles más. Si no, cómo explicar las horas posteriores, en que seres desconocidos se encuentran, se desdoblan y se unen en uno solo, en dos. Se comprenden y no. Se guían o simplemente se empujan.
Cómo explicar si no es por esos giros que, horas después, ambas, juntas, estuvieran retrocediendo las mismas calles, subiendo nuevamente las mismas escaleras hacia el 4 A, al mismo tiempo; que hayan cruzado juntas la sala hasta el armario, hasta la caja donde él guardaba aquel revolver.
Ambas tomaron el arma y se dirigieron silenciosamente al dormitorio, asfixiado aun de alcohol. En el medio del cuarto, sobre la cama, él seguía durmiendo pesadamente boca abajo.
Una trató inútilmente de detener a la otra en aquel momento, trató de hacerlo hasta el último instante. Pero ya era tarde. Apuntaron hacia la cama y tiraron del gatillo, una, otra, otra y otra vez.
De los cuatro disparos, tres dieron en la espalda del hombre en la cama; la última bala quedó incrustada en la pared del dormitorio, por sobre la cabecera de la cama. Muda pista de una última disputa, de un forcejeo entre dos. Una lucha de la cual nadie se percataría. Una pista que no diría mucho que hablar y que simplemente figuraría en los registros policiales como un temblor en el pulso de la mano asesina.
Una limpió torpemente las huellas del revolver y pensó en huir del lugar en ese mismo momento. Pero no pudo. La otra había quedado allí, arrodillada, clavándola a ella también al piso, mirando a la cama inerte.
A.P.

sábado, 29 de agosto de 2009

Del archivo (de esas cosas que uno a veces escribe)


Llueve
Este el sitio más solitario del mundo esta noche
y es dos veces solo cada vez que llueve
y no estás
Aquí el silencio pide tu boca fresca
y las sábanas repiten mil veces tus pechos desnudos
El tiempo se derrama de a poco
El reloj cuenta, cansado,
las horas de tu improbable retorno
Dos sillas esperan en mi balcón
mediterráneo sin tus costas

Llueve,
como todas las lágrimas del mundo,
y en los charcos que se forman
se ahogan tres preguntas:
¿Cómo hago de esta puerta
unos versos para dártelos?
¿Cómo hago de esta silla
una canción con tu nombre?
¿Cómo hago de estas cortinas viejas
el mejor de tus vestidos?

Quisiera con unos de esos rayos
sacarte de esta órbita,
salir y enjuagarme desnudo de todo,
pero miro a la calle
y afuera todo es zumbido que pregunta por vos.
ap


Tengo
tengo un te quiero entre dientes
esperando escapar a vos
aguardando ser pulso
proyectil
y quebrar cristales y silencios

prisionero de toda una tarde
mi te quiero solo quiere verte
clavarse en tus oídos
salir disparado
entre signos de admiración y flores

quiere ir volando vivo
mariposa de susurro
y abrirse camino entre tus cabellos
llegarte
quemar en el aire la distancia hasta tu piel

hay un te quiero mirando a tu nuca
hirviendo mucho en la boca
quemando las encías

hay un te quiero filoso que clava y brilla
lagrimea cuando suena
y se abre en manos

hay un te quiero que ya no aguanta
rebosa los labios y se derrama
catarata de sueños y peces
caricia de agua
cae en tus oídos caracoles y se pierde dentro tuyo

pasea jubiloso en tu cuerpo
autopista, recipiente de mi amor
moja tu corazón, lo envuelve y dice:
te quiero
te besa los párpados, te deja dormida
ap


Paremos el tiempo
¿te das cuenta que somos nosotros
los que estiramos el día?
cuando pisamos
con los párpados
cuando alargamos la mirada
sobre alguna calle

y el día viene
nos pasa, nos roba
y se escapa
saltando los edificios

paremos el tiempo
dalena
no hagamos pie hoy
dejemos que escapen
esos locos segunderos

quedate acá nomás
en los hombros
quedate así
quieta horizontal, hermosa y húmeda

y sonreí
mientras te escribo en la espalda
verbos sin tiempo

veremos luego, si
luego veremos
qué hacemos con las horas
cuando nunca amanezca


La luz
Te vi, justo cuando levantaba la mirada te vi.

Venías por ese pasillo con tus pecas. Tus pecas jugando en tu rostro sobre tu sonrisa. Y yo justo levantaba la vista, y te vi. Y recordé que te había visto y no recordaba. Pero eso no importaba, porque te vi, y fue como esas veces que por primera vez ves algo que querías ver.

Te vi un ratito, minutos, quizás, y sentí que te vi por más tiempo que a toda esa gente que vi mucho tiempo más por esos días.

Y luego no te vi mas. Pero me quedé en esa mirada, donde se prendió algo solito. Y ahí quedó, con la lucecita encendida, como el stand by de la tele cuando la apagas con el control remoto. Fue como si me hubieras prendido y llevado el control contigo.

Venía con la mirada baja, en la oscuridad de otras cosas. Con el amor apagado.

Y te vi, justo cuando levanté la mirada, y ahora mi amor es como una luz que se prende.
ap

lunes, 29 de junio de 2009

Esos círculos viciados de nuestra historia política



Por Arturo Peña

“Después de la guerra casi toda la superficie del país que dejó de ser ocupada, entró en el dominio público. Dueño de esta propiedad nacional, el Gobierno la puso en venta a tanto la legua cuadrada, según el valor de las tierras y la proximidad de los mercados. Los especuladores argentinos, ingleses y norteamericanos se echaron sobre la presa, sin respetar siquiera las pequeñas porciones donde las familias guaraníes cultivaban el suelo de generación en generación, sin que hubieran tenido jamás necesidad de hacer constar sus títulos de propiedad; se formaron sindicatos de compradores, que adquirieron las tierras por decenas y por centenas de miles de hectáreas a fin de revenderlas por el duplo de su valor; un solo concesionario acaparó varios miles de kilómetros cuadrados. En pocos años los vastos desiertos fueron adjudicados a propietarios ausentes, y en adelante, ningún campesino paraguayo podrá cavar el suelo de la patria sin pagar renta a los banqueros de Nueva York, Londres o Ámsterdam…”.
Así describía el historiador y geógrafo francés Eliseo Reclus (1830-1905), en su Nueva Geografía Universal, la situación de la tierra en la pos guerra del 70 en el Paraguay.
La guerra de la Triple Alianza (1865-1870), que enfrentó al Paraguay contra los ejércitos unidos de Brasil, Argentina y Uruguay, tuvo efectos devastadores para nuestro país. El conflicto -que el historiador brasilero José Luis Chiavenato bautizó como el “Genocidio americano”-, acabó con más de la mitad de la población paraguaya, con una mortandad masculina de cerca del 90%; generó la pérdida de territorio anexado arbitrariamente por Brasil y Argentina, y el corte abrupto de un proceso de desarrollo hacia un sitial de preponderancia en la región. Sin embargo, según reseña el historiador Manuel Domínguez: “A la conclusión de la guerra el gobierno era todavía poderoso. Poseía inmensas zonas de tierra que, bien distribuidas, hubieran realizado el suelo de los sociólogos; pero las vendió a vil precio, dejando sin hogar a la mayor parte de nuestros compatriotas”.
Las citas de Reclus y Domínguez hacen referencia al proceso de enajenación masiva de tierras llevado adelante a la finalización la guerra, impulsado por el entonces presidente, general Bernardino Caballero, ex combatiente del ejército paraguayo y posterior fundador de la Asociación Nacional Republicana.
Con el pretexto de revitalizar la destrozada economía paraguaya, el Ejecutivo sancionó la ley del 2 de octubre de 1883, que autorizaba al gobierno a la venta de tierras públicas –y posteriormente la de julio de 1885, que ampliaba sus alcances-, marcando desde ese momento un nuevo periodo en la historia de la tierra en el Paraguay. Para lograr el balance de la economía, señalaba Caballero, era necesario recurrir “a la fuente principal de recursos de que puede hacerse uso, con beneficio a la vez de los intereses generales”. Esto era, la enajenación masiva de tierras.
Afirma al respecto Carlos Pastore en su fundamental obra La lucha por la tierra en el Paraguay: “Una gran parte de las tierras públicas serían vendidas en perjuicio de los pobladores de las mismas, agricultores, pequeños y medianos productores de ganados, e industriales yerbateros y forestales, en su gran mayoría de nacionalidad paraguaya. Y los compradores no serían agricultores o pioneros que venían al Paraguay con el propósito de afincarse definitivamente en su territorio. Eran representantes del capitalismo internacional o simples especuladores en tierras, atraídos por los bajos precios de las tierras del Paraguay en relación con las de los países vecinos”. Y agrega: “Evidentemente, existía una oposición entre el deseo manifiesto del Presidente de dar un impulso a la agricultura y su propósito de vender las tierras de los agricultores y dejar a la población sin el contralor de las fuentes de la riqueza nacional”.
Del proceso de enajenación de tierras se desprenden varios acontecimientos nefastos. Por citar alguno, se puede mencionar el nombre de Carlos Casado de Alisal, quien adquirió “tres mil leguas cuadradas en el Chaco”, según apunta Pastore. La riqueza yerbatera del Paraguay pasó a mano de unas 45 empresas, en su mayoría de capital extranjero. Una de estas era La Industrial Paraguaya SA, fundada en 1886, que compró, según refiere Pastore, “no menos de 855.000 hectáreas de yerbatal natural y un total de 2.647.727 hectáreas de tierras. Su capital inicial de 1.000.000 de pesos dio en dos lustros beneficios igual a cinco veces el capital invertido y el reparto gratuito de acciones”. Entre los fundadores de esa sociedad empresarial figura, llamativamente, el general Bernardino Caballero.
La venta de tierras produjo, antes que un equilibrio presupuestario, la pérdida del control de las fuentes de producción de riquezas, la perdida de campos comunales, de bosques reservados para el uso común y la caída de industrias yerbateras y madereras del Estado a manos del capital extranjero. “La ganadería extensiva desplazó a la agricultura y provocó el éxodo de la población rural. La gran propiedad desalojó a los campesinos”, agrega Pastore.
Las consecuencias de la guerra, así como del manejo especulativo de la política de tierras durante la posguerra, se instalaron en el país y hasta hoy sentimos sus efectos. Si no estuviera contextualizado, el anterior párrafo podría perfectamente adecuarse a nuestra realidad. Y así lo refleja el Censo Agrario 2008, que confirma que “el 85% de las tierras agrícolas está en manos del 2,6 de los propietarios del país. El proceso de concentración provocó la desaparición de 366.000 Ha. pertenecientes a pequeños y medianos productores, acelerando la destrucción de la producción agrícola familiar. Los grandes propietarios aumentaron sus tierras en 9 millones de Ha. La consecuencia es un territorio rural sin campesinos”, según analiza una publicación del periódico E’a de mayo pasado.

La otra mitad del círculo

Motivo de polémica en Argentina fue recientemente el rebautismo, por orden de la presidente Cristina Fernández, de un regimiento militar con el nombre de Mariscal Francisco Solano López. La prensa liberal, encabezada por el diario argentino La Nación, atacó duramente la medida. No era de esperarse menos, teniendo en cuenta que el citado medio fue fundado por Bartolomé Mitre para defender sus intereses a mediados del 1800.
A esta reacción se sumó también una carta enviada a La Nación de Argentina –y publicada en el mismo- por el senador nacional, el liberal Alfredo Luis Jaeggli. La misiva decía, entre otras reflexiones: “Me llamaron la atención las declaraciones de la Presidenta argentina, en las que concluye que la Guerra de la Triple Alianza debería llamarse la de la «Triple Traición»”.
“¿Cómo ha podido la Presidenta llamar traidores a héroes como Bartolomé Mitre o Domingo Sarmiento o a los miles de argentinos que murieron en esa guerra que jamás se hubiera dispuesto si al Paraguay lo hubiera gobernado un presidente democrático?”.
Si, Jaeggli hace referencia en su carta al mismo Domingo Sarmiento que en una carta enviada al entonces presidente argentino Mitre, afirmaba: "Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil..”. Y al mismo Bartolomé Mitre que afirmaba en esa época: “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”.
Alfredo Luis Jaeggli es de hecho uno de los mayores exponentes del neoliberalismo en nuestro país, desde su cubil en el Congreso Nacional, donde se perpetúa como parlamentario, justamente, gracias a los milagros de la economía liberal.
Jaeggli fue en uno de los mayores propulsores de acciones más duras contra las ocupaciones de tierras emprendidas por los movimientos campesinos en lucha por la tierra, en defensa de lo que para él es el derecho fundamental: el de la propiedad privada. “Deteniendo a uno o dos dirigentes campesinos que amenazan con invasiones, termina el problema”, sentenciaba Jaeggli en una radio local hace unos meses.
En abril del 2006 se daba entrada en el Congreso al proyecto de ley “Que establece la obligatoriedad de la titulación de los inmuebles objetos de la reforma agraria, y la gratuidad por única vez, en la expedición de los mismos”, impulsado por Jaeggli y firmado también por los entonces senadores Eusebio Ramón Ayala, Cándido Vera Bejarano y Paulo Reichardt. El “proyecto Jaeggli” pretendía la titulación de todos los inmuebles a quienes hayan recibido tierras en el marco de la reforma agraria. Un objetivo loable, en su semántica, pero que sin embargo guardaba otros fines en su contenido. La intención era –al momento de desechar el concepto de las tierras comunitarias, como en caso de los asentamientos campesino- dejar abierta la posibilidad de que cada titular pudiera vender a voluntad su tierra al mejor postor. Ante la amenaza del avance de los monocultivos, que asedian a las comunidades campesinas hasta asfixiarlas en agrotóxicos, esta ley sería como un pase libre para la agroempresa, que, aprovechando las necesidades del pueblo, podría comprar fácilmente tierras a precios ínfimos con dinero que significaría un salvavidas para el desesperado campesino vendedor. La ley también podría permitir la legalización inmediata de miles de hectáreas de tierras mal habidas.
“¡Pero el Estado es tan maldito acaso, que le tiene que obligar, que tiene que destinar a un agricultor a que no se mueva!, y no permitirle que venda su propiedad para que no venga a la ciudad, pero, ¿dónde está la libertad del ciudadano?, pero si ese es el rol del Estado, darle una propiedad lejos, para que no se acerque a la ciudad, ¡eso es una esclavitud!, es un asco, vamos a darle la libertad, que si quiere venir a la ciudad a ser músico, o a ser futbolista, que ahora está de moda, que sea, y teniendo esa propiedad, va a ser comprada y si quiere quedarse que haga productiva esa tierra”, justificaba Jaeggli en una entrevista en esos días. Bajo esta lógica, podríamos tener en este momento la orquesta más numerosa y la liga de fútbol más grande –en cantidad de jugadores- del mundo.
A este prontuario podemos agregar el reciente caso que involucró al senador liberal en una aparente venta fraudulenta de tierras ilegales al Estado.

Círculos imperfectos

La venta de las tierras públicas tras la guerra del 70 fue un factor determinante para la aglutinación de líderes y pensadores para la conformación de los partidos tradicionales, Colorado y Liberal. Es casi irónico pensar hoy que la creación del Partido Liberal, bajo el ideario de Juan de la Cruz Ayala, tuvo como uno de sus puntales la defensa de los compatriotas despojados de sus tierras por las leyes de enajenación impuestas por Bernardino Caballero. “La organización de una asociación política –señalaba Ayala en el texto del acta fundacional del Centro Democrático, posteriormente Partido Liberal- indica la existencia de un malestar general que no pueden remediar fuerzas aisladas”. Mismos ideales fueron defendidos por otras prominentes figuras de nuestra política, como Eligio Ayala.
Hoy tenemos al senador Jaeggli –y otros del mismo talante- pidiendo represión a los campesinos y liberación de Internet.
Las vueltas de nuestra historia política son así.
¿Y dónde cierra este círculo viciado en particular? Alfredo Luis Jaeggli Caballero, es hijo de la señora Sergia Elena Caballero, sobrina del fundador del Partido Colorado, general Bernardino Caballero.

jueves, 18 de junio de 2009

Flores rojas (un cuentito de hace un tiempo ya..)


Publicado en el Jacare Digital
Por Arturo Peña
Ilustración: Charles Da Ponte


FLORES ROJAS


Despertó de golpe, abriendo inmensamente los ojos a la oscuridad. Se descubrió apretando fuerte las sábanas, como si en ese último instante, antes de saltar de forma abrupta al mundo, se hubiera sentido caer de la cama al techo. Era el sueño nuevamente, como una infección onírica que no terminaba de desaparecer.
Encendió la luz y respiró hondo durante unos segundos, tratando quizás que en cada exhalación, la imagen del sueño saliera lentamente con el aliento de su cuerpo.

(Te vi enredada en un sueño

destello de luz

Tus ojos certeros en mi frente

como un tatuaje de ausencia

Traías las flores rojas

y tantos dedos apuntando hacia mí)


Todavía faltaba para el amanecer. Apagó la luz. No ver nada, no verse, era como escapar del mundo y hasta de sí mismo.
Pasó un tiempo inmedible mientras la luz de la mañana se fue haciendo clara tras las cortinas. Ya podía ver de a poco el entramado de vigas del techo, ya podía ver sus pies saliendo por debajo de la sábana. La oscuridad lo fue abandonando lentamente, hasta dejarlo de nuevo consigo.
Se incorporó pesadamente y sentado al borde de la cama meditó sobre nada por unos minutos. Hurgó con sus dedos en su cabellera desparramada, como buscando alguna idea para arrancar la jornada, en la amarilla antesala del nuevo día, que comenzaba a levantarse tras los edificios.
El amanecer le traía recuerdos encontrados, mezclados con los de aquellas mañanas en que despertaba con ella, admirando cómo sus hombros todavía dormidos se iban iluminando de a poco. Al levantarse ella solía envolverse con las sábanas para salir de la cama, como si estar de pie aumentara su desnudez, haciendo que una niña saliera de sus formas de mujer para defender un inocente pudor tardío.
De esas mañanas tenía papeles y papeles escritos, que ella juntaba en una carpeta roja.
Pero eso no fue suficiente.


(Desperté

y la mañana había llegado

para llevarte

Quise alcanzarte, pero ya era tarde

el tiempo se había abierto

como un abismo frío y hambriento)

Encendió la tele y salió del dormitorio, dejando al hombre del informativo matinal hablando solo. Se encontró parado en medio de la pequeña sala y en algún segundo intentó ordenar todo ese caos con un simple pase de mirada. No resultó. Los diarios viejos seguían allí, el mismo polvo sobre los muebles, los mismos demonios de humedad jugando en las paredes.
Se vistió lento, como si sus ropas pesaran todos los años que tenían. Entró a la cocina y preparó café. La imagen del sueño le volvió en ese instante.
Se lanzó a las fauces del cotidiano y un quejido de bisagras le dijo adiós al salir.
Todas las puertas del piso sonaban igual: puertas que se quejaban de tanto estar entre el abrir y el cerrar. A veces se mantenía en silencio por largos minutos, en la oscuridad del dormitorio, atento a algún rechinar, como en una especie de ruleta rusa.
Ya en el mundo, caminó las cuadras de siempre, hasta la misma parada de todos los años, los mismos minutos, los automóviles, los vendedores, y el bus que lo llevaba al trabajo; el mismo que lo traía de vuelta, por las mismas calles, los mismos autos, a las mismas cuadras de vendedores, pero ya con sus sombras que se estiraban con el atardecer.
El quejido de la puerta ahora lo recibía.
Al llegar soltó sus cosas y buscó relajarse unos segundos sentado a la mesa de la cocina. Bebió un poco de café y recordó que esa mañana, en ese mismo lugar, había recordado el sueño que sabía lo volvería a visitar esa noche.


(Escapar de aquí, al olvido

¿cómo?

Quizás hecho estallido

ruido que se disuelva en silencio

O en flores rojas

marchitándose en los azulejos del baño)


Un enorme sentimiento de soledad lo asaltó en ese momento. Se levantó y fue hacia el baño. Un quejido de bisagras, como un estallido, se escuchó haciendo eco en el silencio del pasillo.

martes, 26 de mayo de 2009

La lucha del pueblo indígena



Publicado en América Latina en Movimiento, revista de la Agencia Latinoamericana de Información (Alai)
http://alainet.org/publica/443-4.phtml


Por Arturo Peña V.

El yvy marane’y, la fabulosa y mítica “tierra sin mal” del pueblo indígena, cuya búsqueda fue y sigue siendo, desde los ancestros, su razón de vida y lucha, parece estar cada vez más lejana para los herederos originarios de la tierra americana. Hoy, la población indígena del Paraguay vive en una extrema carencia, abandonada a la falta de políticas de Estado eficientes, que les aseguren su supervivencia y con ella la de su cultura, escarbando en busca de respeto en la tierra que una vez les perteneció.
El pasado 6 de abril, representantes de 23 etnias agrupadas en la Coordinadora por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas del Paraguay (CAPI) presentaron al Gobierno un carta de propuestas de políticas públicas solicitando la creación de un ministerio para los pueblos indígenas, en un claro rechazo a la autoridad del ineficiente Instituto Nacional del Indígena (INDI), órgano gubernamental encargado de las políticas para este sector en el país. “El INDI ha pervertido a la función institucional, por ello la mejor solución es sustituirlo por un ministerio para los indígenas”, afirma Hipóplito Acevei, presidente de la CAPI, y agrega que “los que están al frente de esa institución (el INDI), no poseen compromisos, ni mucho menos realizan acciones efectivas, pero eso no es de ahora, nunca fueron buenos representantes. No existen políticas de salud, ni educación”.
El INDI fue creado en 1975, como espacio de coordinación y centralización de actividades, abarcando la fiscalización, orientación y coordinación de proyectos oficiales y privados, la búsqueda, estudio, protección y organización de los elementos arqueológicos y la divulgación de la cultura indígena, entre otros. Tres años después de su creación, el ente convocó a un diálogo sobre la situación de los pueblos originarios, ocasión en que la Asociación Indigenista del Paraguay (AIP) propuso la creación de un régimen jurídico, especialmente sobre los territorios, buscando llenar el vacío de la legislación civil y del Estatuto Agrario sobre el tema indígena, existente hasta entonces. Esto desemboco, en 1981, en la sanción de la Ley 904 del Estatuto de las Comunidades Indígenas, que constituyó un avance jurídico importante, ya que se reconoció así la existencia legal de las mismas y su derecho a la titularidad de la tierra, la validez del derecho consuetudinario indígena, entre otros. “Sin embargo, esta normativa no ha constituido un procedimiento efectivo para garantizar el acceso de los y las indígenas a sus territorios tradicionales. La Corte interamericana de Derechos Humanos (Corte HID), ha condenado en dos ocasiones al Estado paraguayo a adoptar en su derecho interno, en un plazo razonable, las medidas legislativas, administrativas y de cualquier otro carácter que sean necesarias para crear un mecanismo eficaz de reclamación de tierras ancestrales de los miembros de los pueblos indígenas que haga cierto sus derechos sobre sus tierras tradicionales (Corte IDH, 2006, punto resolutivo n° 12)”, señala el Informe sobre Derechos Humanos en Paraguay 2008.
Este informe subraya que en la última década de gobierno de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado, en el gobierno desde 1947 hasta el 2008), “la administración del INDI ha sido objeto de un sinnúmero de cuestionamientos por parte de la sociedad civil, tales como corrupción en relación con compras fraudulentas, servilismo al partido Colorado, predominio de acciones asistencialistas, reducción y eliminación de posibilidades de vigencia y operatividad de medios institucionales, y falta de ejecución del presupuesto destinado a compra de tierras”.

Aumentó en la población
Según la Encuesta de Hogares Indígenas 2008, elaborada por la Dirección de Estadística, Encuestas y Censos, la población indígena ha aumentado a 108.308 personas (el Censo Nacional Indígena 2002 registraba unas 89.000), de las cuales más de la mitad (54%) son niños y niñas. Si bien constituye una pequeña porción de la población del país (2%), los indígenas continúan siendo los más excluidos y vulnerables de la sociedad paraguaya. Presentan las peores condiciones de vida con respecto a la población no-indígena del país, poseen los niveles más bajos de nutrición, la menor cobertura y calidad en los servicios educativos y un limitado acceso a otros servicios básicos como salud, agua, saneamiento y protección, según resume el informe de esta Encuesta.
Esta población se distribuye en unas 20 etnias y 5 familias lingüísticas, ubicadas en las dos regiones en las que se divide el territorio paraguayo, la región Oriental, más densamente poblada, y la Occidental, o Chaco, de mayor extensión pero menor densidad por las características más agrestes del territorio. En ambas el factor eje de la problemática indígena es la tierra. Las comunidades indígenas vienen reclamando que se destraben los expedientes que tienen iniciados ante el INDI y el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT). Según el departamento de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, existen unas 414 comunidades que necesitan que se les resuelvan problemas de territorio. Unas 185 de éstas todavía no disponen de un aseguramiento legal y definitivo de sus propiedades, 45 en el Chaco y 140 en la región Oriental.
Los Mbya Guarani, los Pâi Tavyterâ, los Ava Guarani y los Nivacle, por ejemplo, son las comunidades más numerosas. Cada una de estas parcialidades posee cerca de 15.000 habitantes. Existen otras etnias, sin embargo, que están en la línea de extinción, como los Ache-Guajaki, que son cerca de mil; los Guana y los Manjui, apenas 500 personas en total, o los Chamakoko, que ya no alcanzan las 150 personas, según los informes.

Salud y educación

Como dos parámetros básicos para una lectura, se pueden extraer del Informe de Derechos Humanos en el Paraguay 2008 los ejes de salud y educación. El material señala que la población indígena nacional, en promedio, cursa solo los tres primeros años de escuela. Es así que el 38,9% de las y los indígenas de quince años y más de edad es analfabeta, es decir, cerca de 4 de cada 10 personas mayores de quince no tiene concluido el segundo grado de la educación primaria. Esto demuestra la marginalización en la que se encuentran en materia de educación. La tasa de analfabetismo, según la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) es de 5,4%, frente a los 38,9% entre la población indígena.
En cuanto a la salud, el informe sobre Derechos Humanos detalla que el 87,8% de la población indígena no cuenta con seguro médico. Cerca del 30% de la población indígena reportó haber estado enferma o accidentada. Sobre el acceso a servicios básicos, se consta también en la EPH que el agua potable, procedente de la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay y del Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental, alcanza a solo 1,4% de los hogares indígenas. La gran mayoría solo tiene acceso a tajamar o río (37,8%). Por otro lado, el servicio de energía eléctrica alcanza a 21,3% de los hogares indígenas.

Contexto actual

"Las naciones indígenas no son la artesanía milenaria de nuestro continente, sino el potencial más vivo de protagonismo político que debemos respetar, debemos promover e incluir, porque si no lo hiciéramos sería un atentado intolerante contra nuestra propia civilización (…) América debe despertar ante esto. Debe contabilizar la vieja deuda, aquella que empezó a acumularse en la panza inmunda de los barcos esclavistas, aquella que sigue engordándose en cada gesto de desprecio hacia cualquier intento indígena de poner su voz, su voto, sus sueños o sus proyectos sobre esta tierra", señalaba el actual presidente del Paraguay, Fernando Lugo (electo en abril del 2008) en su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas en setiembre pasado.
La campaña electoral de Lugo hizo permanente referencia a la necesidad de reivindicar a las naciones indígenas del Paraguay. Todavía están en la retina las imágenes del ex obispo siendo bendecido con danzas y cánticos en rituales que se le ofrendaron en las comunidades indígenas que visitó durante la campaña.
Sin embargo, hasta hoy estos cánticos no han alcanzado aun los oídos del gobierno. Gran expectativa generó, por ejemplo, la designación de la dirigente de la parcialidad Ache, Margarita Mbiwangui, como titular del INDI, lo que representa la primera vez que una indígena era nombrada titular del ente. Sin embargo, Mbiwangui fue también la primer miembro del nuevo gabinete en ser destituida. Su candidatura ingresó en el juego de la presión política, por un lado, y de la presión de algunos grupos indígenas que afirmaban que ella no tenía representación, por provenir de una parcialidad minoritaria. Se propuso entonces la realización de una asamblea indígena para la designación de un titular de consenso para el INDI. Erasmo Pintos, dirigente de la etnia nivaclé, fue electo en la asamblea de los pueblos indígenas, realizada el pasado 5 de marzo, pero el ministro de Educación y Cultura, Horacio Galeano Perrone, no reconoció la legitimidad de ese acto, surgiendo también especulaciones de que Galeano buscaba ubicar en ese cargo a un “amigo” político.
En momentos que se escribe este material, un centenar de indígenas de 17 etnias de diversos puntos del país se encuentran cumpliendo cerca de un mes de protesta en la céntrica Plaza Uruguaya, en Asunción, capital del país, exigiendo que se respete la decisión de la asamblea de marzo pasado. Las personas ubicadas en este espacio público no solo resistieron ya un intento prepotente de desalojo, ordenado por la intendenta de Asunción, Evanhy de Gallegos, sino también un duro temporal que azotó la ciudad días atrás y destruyó sus precarias carpas, además de la situación de hambre e insalubridad. Todo esto ante la indiferente mirada de los estamentos responsables y sostenido gracias a la solidaridad de grupos ciudadanos.
Definitivamente, la “tierra sin mal” no está en Asunción. Pero hasta la capital se ven obligados a llevar los pueblos indígenas su éxodo y su lucha, exigiendo derechos ancestrales que les fueron arrebatados, y que ahora les son negados.

martes, 14 de abril de 2009

Cargill y los paradigmas del desarrollo



Arturo Peña

La instalación de un puerto granelero de la multinacional Cargill, una de empresas agrícolas más poderosas del mundo, a orillas del río Paraguay en la zona de Zevallos Cue, a menos de 500 metros de las tomas de agua de ESSAP para distribución de agua potable en Gran Asunción, sigue despertando gran polémica.
Grupos ciudadanos y organizaciones, entre ellas ambientalistas, iniciaron una campaña contra la instalación de este puerto por los riesgos que podría representar, no solo para la población de Zevallos Cue, que quedará expuesta a la polución generada por el trabajo con granos que, se sabe, son tratados con agrotóxicos, sino también para toda la ciudadanía asuncena, ya que los residuos del puerto serán arrojados indefectiblemente a las aguas del río. Por otra parte, comisiones vecinales de la zona, encabezadas por algunas figuras políticas, defienden el proyecto, ya que, según ellos, esto generará desarrollo y consecuentemente puestos de trabajo.
En un panel realizado meses atrás en el Sindicato de Periodistas del Paraguay, ambas posturas se pusieron en el tapete, siguiendo el debate diferentes aristas que fueron desde la defensa de la inversión privada como medio fundamental para el desarrollo, hasta la condena al modelo agroexportador –que tiene a Cargill como uno de sus símbolos- como generador de más pobreza.
El tema, sin duda, se presta para un prolongado debate. Lo concreto es que los resultados de cualquier modelo deben ser tangibles en el desarrollo del país y en el bienestar de su pueblo de la misma forma.
En este complejo escenario, asumir que el desarrollo económico no puede prescindir del tema ambiental, es fundamental. El concepto de ambiente es amplio y no se limita a la protección de la fauna y flora. Ambiente es todo lo que nos rodea y afecta a todo los ejes de la vida en todas sus expresiones. Hoy es un fundamento en el debate ambiental que “un paradigma de desarrollo que no sea capaz de gestionar racionalmente los recursos que utiliza, simplemente dejará de serlo a corto plazo” (1).
Hablar de desarrollo, entonces, representa necesariamente tomar en cuenta una gran variedad de parámetros, positivos y negativos, buscando como objetivo la satisfacción de las necesidades fundamentales de los habitantes.
La introducción de la agricultura capitalista, que hoy se define en el modelo agroexportador, se remonta a la década del 70, en que se registra la llegada de capital brasilero con la expansión de la frontera sojera en el sur del Brasil. La segunda oleada importante se produjo a partir del ciclo agrícola 1999/2000 con la soja, pero ya genéticamente modificada (transgénica) (2).
Con la aparición del mercado de los agrocombustibles –que llega además con la etiqueta de ser una respuesta al calentamiento global-, el modelo agroexportador ha cobrado hoy un nuevo impulso. Y si bien las cifras pueden hablar de millones de dólares ingresados a las arcas del gobierno, traduciéndose esto en desarrollo para el léxico económico, la contracara es irrefutable en las consecuencias que están sufriendo miles de familias en todo el país a causa de este modelo. En el campo hay expulsión forzada de personas para instalación de campos de monocultivo que exigen miles de hectáreas, hay envenenamiento por agrotóxicos utilizados en los mismos, pérdida de semillas nativas, destrucción de bosques, contaminación de recursos naturales y muerte.
Ahora, una arista de esta problemática se traslada a las puertas mismas de la ciudad, bajo el aval de estudios de impacto ambiental poco claros y de rumores de presión por parte de Cargill para superar cualquier traba.
Existen experiencias en otros países de puertos graneleros que dejaron pueblos vacíos tras su instalación, debido a la contaminación que generaron, como es el caso del barrio Malvinas, en Santa Fe, Argentina (http://www.puntodoc.com/informes/59.html).
Cabe preguntarnos entonces, ¿se están respetando los paradigmas de un desarrollo equilibrado, que respete al ambiente y consecuentemente la vida de los seres que habitamos el planeta?


(1) Hernán Sorhuet – periodista ambiental uruguayo.
(2) Tomás Palau – sociólogo, director de Base de Investigaciones Sociales.

martes, 17 de marzo de 2009

DOCUMENTAL SOBERANIA VIOLADA EN EL E'A



Entrá al link y de paso visitá la página de E'a, periodico alternativo.
http://ea.com.py/soberania-violada/

sábado, 14 de marzo de 2009

El Rojo





Erik Thorvaldsson, conocido en las historias marinas como “Erik El Rojo” (c. 950 - c. 1003), por el color de su pelo, fue un famoso pirata y comerciante danés, de un temperamento bastante fuerte, como uno se imagina -o como nos los pintan las historias- habrán sido los piratas vikingos del norte de Europa de aquella época. Pero El Rojo parece que era malo, en realidad. Cuentan que hacia el año 950, Erik tuvo que huir de Noruega por haber matado a alguien en una pelea. Fue trasladado a Islandia, donde, en otro incidente, hacia el 981, fue expulsado nuevamente por matar a otros dos hombres (ya uno se imagina el carácter, no?).
Exiliado, y quizás sin mucha otra cosa que hacer, El Rojo se lanzó a la aventura: buscar unas tierras mencionadas por un explorador antiguo, las que estarían hacia el oeste de Noruega, por ahí (Imaginate, Colón vino buscando las Indias. Así que los exploradores de antes no eran muy fiables que digamos). Pero fue así que este vikingo argel, tras una travesía fantástica, rescatada luego en historias populares, alcanzó una enorme isla que bautizó, en danés: Grønland, que significa tierra verde.
El nombre de Groenlandia nacía así con la intención de dar una falsa imagen de fertilidad para atraer a futuros colonos, de una tierra que, si bien tenía mejores condiciones climáticas en aquella época, no dejaba de ser un territorio hostil y frío.
Tras tres años de recorrer estas costas y tras cumplida su condena, El Rojo volvió a Islandia con las historias de aquella “tierra verde” descubierta. Logró venderle la historia de Groenlandia a un grupo de familias aventureras y en 985 salieron con ese rumbo 25 barcos, de los cuales solo 14 llegaron a destino. El asentamiento llegó a los 3.000 habitantes, pero unos inmigrantes llegados en 1002 trajeron también una epidemia que diezmó la población, víctima de la cual murió Erik en el invierno del 1003. La población se recuperó poco después hasta que la Pequeña Edad de Hielo acabó finalmente con ellos en el siglo XV.
Estos primeros colonos se convirtieron en los primeros exploradores de esa difícil región del mundo. Debido a lo crudo y particular del clima y del paso de las estaciones en esa inhóspita tierra, los habitantes del Groenlandia medían las distancias en “sinik”, o sea, en "sueños". Es decir, los sinik representaban el número de pernoctas que duraba un viaje de un punto a otro. Esta medida de tiempo aún es utilizada por los habitantes de esos territorios gélidos.
Cuentan también que EL Rojo tuvo cuatro hijos –rojos también, seguramente-, entre los cuales estaba Leif Eriksson, quizás el primer europeo en colonizar América, cinco siglos antes que Colón. Probablemente, Leif, en su paso por América se guió por los sinik para medir la cantidad de trayecto avanzado. Quizás de aquella época, también, que andamos midiendo en sueños nuestros tiempos en esta difícil América, como herencia de aquellos aventureros. Y es de ahí quizás la moraleja de la historia del Eric y su descendencia: que sigamos soñando, que sigamos avanzando.

JAJAES


Hace tiempo que ando conflictuado porque no encuentro un emot-icon que refleje realmente mi risa en el messenger.

Encontré algunos en las charlas con los amigos y los sumé a mi carpeta de iconos gestuales, junto al trozo de pizza, la sombrilla, el plot plot bailante y smile heavy.
Pero en realidad esos iconos no reflejan mi alegría y a veces mienten mi hastío. Como se ríe uno a carcajadas, como le hacés a alguien una risa irónica.

Encontré unos ja ja ja en grandes letras rosadas que terminaron por perturbarme cada vez que los utilizaba. Imaginate, perturbarte de tu propia risa… Luego encontre otros ja jaes más discretos, con unos fonditos brillantes, que de ultima adopté como los usuales, ya que no eran tan estridentes como los jajaes rosados de letras gigantes.

En realidad no río demasiado últimamente por el Messenger. Se me encimaron cosas, cosas de la vida y ando un poco más en eso que en otra cosa. Pero a veces me engancho con algún amigo o amiga y terminamos en unos disparates que dan si para reír a carcajadas. Pero cómo hago.. con los jajaes discretos no me alcanza.. y los jajaes rosados me perturban.
¿Le escribo a mi interlocutor: Me estoy cagando de risa en este momento..? ¿Golpeo con fuerza las teclas?..

Vi otros emot-icons más absurdos aun. Un Condorito revolcándose de risa, tres circulitos riendo y sacudiendo los brazos, un cavernícola con un solo diente, un coreano realmente irritante.. Pero ninguno de ellos refleja realmente lo que quiero expresar cuando me río.

Por otra parte, ¿cuándo sé que lo que digo es realmente simpático para la otra la persona? ¿Cómo sé que le agradó hasta la risa, hasta la carcajada? Tipear jajaes es más que sencillo. En ocasiones te envían una enorme risa que irradia colores que aparecen y desaparecen, y ni siquiera siguen la conversación. ¿Y..? ¿No era que te estabas cagando de risa?

¿Será que cuando inventaron la risa no se les paso por la cabeza que algún día íbamos a tener que trasmitirla de alguna forma? ¿Como empezamos a trasmitir las señales de alerta o de guerra a través de tambores? Para qué inventar la carcajada, si no la ibamos a poder enviar por el messenger. ¿Acaso que nadie imaginó el algún momento que ya no habría conversaciones frente..?

Disculpen el humor, pero este asunto de la risa, es más que serio.

Recuerdo vivo del consagrado dúo folclórico Peña-González

Paulino González evoca cincuenta años de música

Publicado en Diario La Nación
La muerte de Adolfo Peña, el 1 enero de 1998, interrumpió un largo camino artístico.
El bar Ideal funcionaba en los años 50 en la esquina del Teatro Municipal. Allí ofrecía todos los días espectáculos de música folclórica desde la mañana, teniendo en el escenario a conjuntos como Los Indios, el dúo Riveros-Echagüe o el dúo Barrios-Espínola, entre otros.

Entre esas estrellas hacían también sus primeras armas dos jóvenes talentosos que se presentaban bajo el nombre del dúo Peña-González, integrado por Adolfo Peña y Paulino González.

“Eso era allá por el 52”, recuerda Paulino González, quien en noviembre pasado cumplió 80 años de vida, pero que sigue transitando el camino de la música, hoy ya sin su dúo. Con el dúo Peña-González, Paulino escribió una historia de cinco décadas de música, entrando a la galería de los conjuntos más renombrados de nuestra música. Una historia que se vio repentinamente finalizada con el fallecimiento de Adolfo Peña, el primero de enero de 1998, en el mes que recordaban su 50 aniversario con el arte.

Las primeras anécdotas de Peña-González se remontan a un almacén del entonces barrio Piñoty kora (zona de Azara y Curupayty). “Allí de jovencitos nos juntábamos a tocar y en ese lugar, allá por el 47, se puede decir que comenzó el dúo. Por eso digo que llegamos a los 50 años en la música y fuimos uno de los dúos más antiguos”.

El destino también jugó su parte en esta historia. “Resulta que había un cantante, Silverio Rojas, que cantaba muy bien y yo quería formar el dúo con él. Pero vino un músico de apellido Ovelar y un día me dijo: “Rejavy ningo nde Paulino, Peña la nde duora (Te equivocás Paulino, Peña es quien tiene que ser tu dúo). Y creo que Ovelar no se equivocó”, dice.

Uno de sus primeros escenarios del conjunto fue el bar La Campana, que funcionaba en Teniente Fariña y Estados Unidos. “Era en el 50 más o menos. En esa época Peña estaba en el cuartel y yo iba y pedía permiso por él para salir para ir a actuar”, rememora Paulino, y trae una anécdota: “Un día nos invitaron a un festival en el barrio San Antonio y como Adolfo tenía solamente su uniforme verdeolivo del cuartel (así actuaba en La Campana), mi hermano Nemesio le prestó un pantalón para la actuación, hecho de una bolsa grande de azúcar; eso se teñía y se hacía ropa. Allí en el festival nos encontramos con Carlos Centurión, que también iba a actuar. Él le vio a Adolfo con el pantalón de bolsa de azúcar y le dijo: “Chamigo ivaiterei la nde kaso, te voy a prestar el mío (Amigo, es muy feo tu pantalón…). Pero como Centurión era mucho más bajo que Peña, al final el pantalón le quedó por su canilla, pero igual salió así al escenario. Qué se va a hacer, éramos pobres…”.

En el 51 comenzaron a actuar en las audiciones de radio Guaraní. El animador del programa, Celestino Álvarez, les presentaba como el “ya consagrado dúo Peña-González…porque éramos ya un poquito conocidos y veníamos de actuar en Buenos Aires. De ahí quedó como Consagrado dúo Peña González”, cuenta Paulino.

Tras esos primeros años, comenzó un camino de innumerables actuaciones en escenarios de Asunción, del interior del país y de países de la región, como Argentina, Brasil, Bolivia y Uruguay, llevando la música paraguaya como una forma de vida.

La Curva

Hoy día abandonado, el local ubicado en la esquina de la avenida Fernando de la Mora y Rodríguez de Francia, atrás del Mercado 4, fue hasta hace unos atrás, uno de los últimos bastiones del folclore paraguayo. En esa esquina funcionó desde 1971 el bar parrillada La Curva. “La Curva fue como nuestra segundo hogar -cuenta Paulino-. Allí tocamos durante 28 años junto con grandes amigos artistas, como Quintana-Escalante y otros. Recorrimos muchas parrilladas, como el bar Amambay, la Churrasquería Sajonia, el Jardín de la Cerveza, El Palenque, el Ñanduti… pero La Curva fue realmente nuestra casa. Muchas noches, mucha bohemia también”.

Peña-González grabó pocos materiales discográficos teniendo en cuenta su extensa carrera. Fue así que su renombre se lo fue ganando en los escenarios de las recordadas parrilladas asuncenas y en los festivales folclóricos en todo el país. “Yo me siento satisfecho realmente, porque aunque no tengo muchas cosas, muchos bienes, puedo decir que tengo muchos amigos, y eso es lo interesante, porque hasta ahora ellos me invitan a reuniones familiares, yo voy y canto y la mayoría me da alguna propina buena y con eso me ayuda”.

Apenas termina la entrevista, Paulino toma su guitarra y entona una guarania. Y la fuerza y la pasión que hay en su voz, nos aseguran que éste recuerdo vivo del Consagrado dúo Peña-González seguirá latiendo aún, exaltando la memoria del recordado conjunto paraguayo.

Con Perurima

Paulino guarda en un lugar muy especial de sus recuerdos el hecho de que Peña-González fue el primer grupo en tocar con Mauricio Cardozo Ocampo, cuando éste regresó de Buenos Aires para formar la recordada orquesta Perurima. “El fue a invitarnos para integrar su conjunto. Don Mauricio con su flauta, Virgilio Centurión con violín, un bajo y el arpa a Wenceslao Gómez, así empezamos. Los domingos hacíamos audición en Radio Nacional”.

Luego de varias actuaciones y ricas experiencias vividas, el dúo fue reemplazado por el cantante Magno Soler. “Pasa que Peña no apareció en un par de audiciones, don Mauricio se enojó un poco y se quedó nomás con Soler. Me molestó un poquito sí con los años que los artistas que integraron después Perurima no hayan destacado que nosotros habíamos comenzado acá con don Mauricio. Pero bueno, esas cosas también son ya anécdotas”, agrega.