viernes, 9 de diciembre de 2016

Un archivo del rock paraguayo lleno de anécdotas y sueños


Publicado en Ideas + Palabras
Fotos Aníbal Gauto

Se montó en el Teatro Municipal el 14 de febrero del 2014, en el marco del homenaje a los pioneros del rock paraguayo, el National All Rock Stars (el nombre fue una especie de juego, parafraseando a un evento con estrellas de rock internacional que se hizo en Asunción en esos días). Fue la última vez que los amantes del rock pudieron admirar los archivos del Museo del Rock Paraguayo, una colección histórica que reúne piezas de gran valor sobre el surgimiento y proyección de este estilo musical en nuestro país. Desde entonces, estos registros son guardados celosamente por Daniel Zayas, arquitecto de profesión y músico por afición, cantante y líder del grupo de heavy NASH, uno de los pioneros del metal nacional. 


Zayas comenzó a seguir el rastro de objetos, instrumentos, documentos, fotos, grabaciones y otras varios registros de la historia del rock paraguayo, desde la época en que las recordadas orquestas comenzaron a tomar características de grupos rockeros, con la impronta, el estilo musical y el mensaje. Meterse en el archivo del Museo del Rock Paraguayo es una experiencia emotiva y progresiva, ya que cada documento, cada foto o grabación, lleva a una anécdota que a su vez se traslada a otra y así consecutivamente. 

Es la historia de unos héroes y soñadores que con sus guitarras salieron a dar la batalla del rock en una escena marca por la dictadura, por las carencias en cuanto a equipos, a sponsors, a posibilidades de grabar… Es la historia de una generación que desafío los esquemas de una sociedad conservadora, temerosa, aun poco conocida a pesar de que muchos de aquellos pioneros siguen desafiando al tiempo en los escenarios de la movida rockera nacional. 

Como "Mandraque" 

“Entre las cosas tenemos un bajo que mando hacer Alci Rock, allá por 1969, es una réplica de un Hofner, pero con el mango de un contrabajo tradicional. Lo hizo un luthier al que le decían “Mandraque”, porque el tipo era hojalatero, de todo. Es una historia muy simpática que muestra cómo se arreglaban los músicos en aquella época para tener instrumentos. No había muchos y tampoco los muchachos tenían plata para comprar”, cuenta Daniel Zayas. “Otro instrumento, la guitarra de Cachito Verdecchia, por ejemplo, la rescaté de una casa de empeño”. Zayas viene compilando materiales desde hace unos cinco años. 

Lo hace de manera particular, sin ningún tipo de apoyo. También toma el recaudo de que sean instrumentos originales. En su pesquisa adquirió varios instrumentos que son emblemáticos de la etapa de formación y consolidación del movimiento rockero. También ha compilado registros de audio muy importantes, como las cuatro canciones grabadas por el grupo paraguayo Los Rebeldes a mediados de los 60, que pueden considerarse como las primeras hechas por un grupo de rock paraguayo. 

Entre los instrumentos, las joyas de la colección son las guitarras utilizadas por el guitarrista Roberto Thompson, quien tocó en varias bandas legendarias como Faro Callejero y Pro Rock Ensamble. Con esta última grabó el primer sencillo y el primer LP (Música para los perros) del rock nacional, a inicios de los 80. 

Busca apoyo 

Zayas comenta que desde un principio la idea era montar el Museo del Rock Paraguayo de forma permanente, para que tanto los amantes de la música como los propios músicos de hoy puedan conocer de donde viene toda esta historia, dónde están las raíces del rock nacional. 

Por el momento, el Museo está planteado como una muestra itinerante, que se puede instalar en un lugar de acuerdo a solicitudes de la gente. Sin embargo, desde aquella puesta en el 2014, el acervo nunca más se volvió a exponer. Cuenta también que había tenido conversaciones con autoridades de la administración anterior de la Municipalidad de Asunción y que inclusive habló con el actual intendente Mario Ferreiro, una persona que también vivió esa época en su carácter de presentador y organizador de eventos musicales. Este le mostró su interés pero aun no hubo otro contacto posterior. 

En la Secretaría Nacional de Cultura lo invitaron a concursar como proyecto. Dani ha creado un sitio en la red social Facebook, llamado Museo del Rock Paraguayo, donde comparte documentos y materiales de audio. Es un sitio muy recomendado para los que quieran conocer un poco de la historia de la música nacional, ya que muchos músicos y gente de la época interactúa en ese espacio, agregando datos y compartiendo anécdotas. 

“El Museo no es poner en una mesa un montón de documentos. Tiene que ser tratado por una persona especialista que pueda aprovechar todo el acervo para contar la historia. Los instrumentos tienen que estar en exhibidoras adecuadas. Además, todo debe estar en un lugar seguro. Es decir, implica un recurso monetario importante que yo, de forma privada, no tengo. Pero si nadie me da el apoyo probablemente lo monte acá mismo en mi casa, como un local donde puedan venir los músicos a compartir en un ambiente lleno de historia. Como un Hard Rock Café, pero de rock nacional”, agregó Zayas.

La casa de infancia de Agustín Barrios desafía al tiempo y al olvido


Fotos: Fernando Riveros

La casa de infancia de Agustín Pío Barrios, Mangoré, sobrevive estoica al tiempo en el centro de la ciudad de San Bautista, Misiones. Cualquiera esperaría que conocer el hogar donde el más universal de los artistas paraguayos pasó sus primeros años, donde ensayó sus primeras notas en la guitarra, debería ser una experiencia altamente emotiva. Pero no es del todo así. El tiempo se va haciendo sentir con rigor en la antigua estructura y la sensación que queda es un dejo de preocupación.


La antigua casa, que dataría de 1880, fue adquirida en 1993 por el artista sanjuanino Gil Alegre Núñez, un reconocido y entusiasta promotor cultural de la zona, quien habita actualmente en parte del edificio original, al cual se le ha anexado otra estructura como continuidad de la vivienda. En la parte frontal funciona la Casa Museo Mangoré o Casona Mangoré, como también se la conoce. Son tres dependencias contiguas; dos están comunicadas por una puerta llamativamente pequeña, que según los propietarios sería original de la construcción.

En las salas hay varios cuadros amontonados y otros colgados, de autoría de Alegre y otros pintores, y algunos objetos antiguos ubicados sin orden aparente. En realidad, el museo no posee objetos directamente relacionados con Barrios, más bien referencias, pero el edificio, por su valor patrimonial, se puede considerar una pieza invaluable de museo en sí.

La ecuación

El tiempo se percibe en las paredes, donde la humedad ha hecho su efecto. Desde hace más de dos décadas, la preservación de la casa ha estado prácticamente en manos de Alegre, quien señala que realiza los trabajos de conservación basado en sus conocimientos de restauración, un tema del que es apasionado. El esfuerzo también se evidencia, pero en esa ecuación uno se pregunta si será el tiempo, finalmente, el elemento de mayor equivalencia entre la iniciativa solitaria de un amante del arte y el silencio de la sociedad y el Estado.

“Es prácticamente una iniciativa privada. Tenemos nuestra asociación cultural creada para promocionar y fomentar las actividades, el Centro Cultural Agustín Barrios, que nació en el ’93. El museo se mantiene básicamente con el presupuesto de esas actividades, de momento no tenemos mucho apoyo de las instituciones locales ni nacionales”, explica el artista.

La típica fachada plana de la época da directamente sobre la calle. Sus antiguas puertas están semitapiadas con maderas, lo que le da un cierto aspecto de casa abandonada. “Yo lo dejo así medio a propósito, para que las autoridades acusen el mensaje”, dice Alegre. Al interior de la propiedad hay un patio interno de gran dimensión, que habrá sido privilegiado testigo de horas y horas de ensayos del pequeño Agustín. “Esta casona es prácticamente el único espacio que quedó de la familia Barrios en el país; acá Mangoré vivió sus primeros 13 años de vida y luego ya partió para Asunción. Agustín salió en 1898; la familia en el 1900”, cuenta el promotor cultural.


Al momento de ser comprada por Alegre –según comenta él mismo–, la casa ya había pasado por unos cuatro dueños anteriores. Recién al ser adquirida comenzó la iniciativa del museo. Hoy, Alegre se encuentra avanzando en un proyecto de bastante envergadura en el predio, que incluirá una nueva edificación al fondo del terreno, que será un hostal turístico, además de un pequeño anfiteatro en el patio interior. En uno de los costados de la casona, también en el patio, funciona el taller de arte de Alegre, donde se ofrecen clases de artes plásticas de forma permanente. “Estamos realizando actividades casi todo el año, algunas más grandes, en relación a conciertos de guitarra con artistas nacionales e internacionales, las exposiciones de pintura, que tenemos tres o cuatro al año, y otras permanentes como nuestro curso de plástica todos los sábados, donde tenemos alrededor de 40 alumnos”, comenta Alegre.

Las visitas a la Casa Museo son constantes, según comenta el artista –quien también funge de guía del museo– y según se plasma en el libro de firmas que nos muestra, donde figuran visitantes recientes. “Se abre cada vez que vienen los visitantes, llegan continuamente, tanto del país como del exterior”, explica.

Trabajos

Sobre los trabajos que se llevan adelante en la edificación, cuenta Alegre: “Prácticamente las actividades básicas que hicimos fueron fortalecer la estructura, sacar la humedad de arriba y de abajo para poder preservar el edificio. Es una estructura sólida, construida completamente con piedra y adobe en la parte interior. Nosotros encontramos el techo bastante deteriorado y hemos cambiado la parte de arriba, saneando todas las maderas, que son originales, pero el techo que encontramos ya tampoco era el original, se había cambiado en algún momento”. Agrega que “otro trabajo es el drenaje en el terreno interno. 

Esta es una zona bastante húmeda, hay muchas nacientes, y eso hemos solucionado también con un proyecto de drenaje que tiene dos funciones: uno, que va a funcionar como pequeño anfiteatro que tenemos previsto construir en breve; por otra parte, eso posibilita que bajemos el nivel del terreno y que toda la humedad que tiene se va absorbiendo y eso no aflora ya en superficie”.

El piso de la casona tampoco ya es original en la mayor parte, “pero sí hay una sección, una lecherada de cemento donde abajo sí están los que serían los ladrillos originales del piso, que en algún momento vamos a ver cómo rescatar”, dice Alegre. En uno de los salones se ha instalado un tensor de hierro que cruza de pared a pared con el objetivo de contener los muros.

Alegre y la asociación hacen lo que está al alcance. No dejan de soñar tampoco con un museo acorde a la magnitud del valor del patrimonio. “Lo ideal sería que haya un espacio adecuado y se expongan, por ejemplo, los objetos que están en el Cabildo acá en San Juan Bautista. Finalmente, esta fue la casa real de Barrios”, considera el artista.

Sobre las posibilidades de buscar apoyo para la preservación, el artista señala que tienen quizás los recursos para hacerlo, “tenemos libros de visita y otros elementos con los que podemos armar proyectos para instalar este espacio como punto de referencia, pero eso también lleva tiempo, el lobby con autoridades, con los políticos… Acá ya vino mucha gente, muchas autoridades, ellos conocen la situación, pero nada se ha dado hasta hoy en concreto”, afirma.

“Olvidado por los paraguayos”

Al consultar con responsables de la Secretaría Nacional de Cultura nos señalan de que no hay proyectos en particular en torno a la Casona Mangoré en la actualidad.

Quizás una de las últimas iniciativas externas surgió de parte del arquitecto Aníbal Cardozo Ocampo, quien junto con la arquitecta Norma Medina realizaron una intervención y una revalorización de las manzanas históricas que rodean al lugar, incluyendo las obras del nuevo salón auditorio Agustín Barrios.



“En un momento entablamos conversaciones, preocupados también por la preservación de la casona. Nos pusimos a disposición. Lastimosamente, la iniciativa no prosperó y quedó ahí”, comentó Cardozo Ocampo, y agregó: “La casa es hoy un monumento nacional que está olvidado por los paraguayos”.
La reciente producción cinematográfica Mangoré. Por amor al arte, que tuvo una importante inversión del Estado en su realización, revitalizó sin duda la figura de Agustín Pío Barrios tanto en el propio país como en el exterior. Ese Barrios, el genio, el de los viajes alrededor del mundo, volvió a estar vigente. El Barrios de la infancia, el de la casona de San Juan Bautista, aún espera ser rescatado del olvido.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

“Todos queremos volver y aportar nuestro grano de arena”

Nota con estudiantes paraguayos en Taiwán. Cobertura para La Nación de la asunción presidencial. Mayo 2016

Nota en La Nación

Alrededor de 100 estudiantes paraguayos se forman actualmente gracias a becas del gobierno taiwanés en diversas universidades de Taiwán. En nuestra visita a la isla tuvimos la oportunidad de compartir con algunos de ellos en la ciudad de Tainan, donde nos contaron sobre sus vivencias, sus luchas y sueños, todo en torno a un delicioso asado “a lo Paraguay”.




Como era un encuentro entre paraguayos no podía ser de otra forma que con un buen asado de por medio. Pero no era un encuentro cualquiera, ya que se hizo en la lejana Taiwán, donde alrededor de 100 estudiantes compatriotas se forman, becados por el gobierno taiwanés, en diferentes universidades del país asiático.

En nuestra visita a Taiwán, días atrás, tuvimos la oportunidad de visitar la ciudad de Tainan, ubicada al sur de la capital, Taipei. En el sur estudian unos 20 paraguayos y paraguayas. Algunos de ellos, como gesto de bienvenida, organizaron un encuentro en torno al tradicional asado “a lo Paraguay”. En esa amena noche pudimos compartir algunas de sus experiencias, así como los desafíos que tuvieron que enfrentar y los anhelos de retornar al país, competir y sobre todo aportar al desarrollo.

Una pequeña plaza de la ciudad fue el punto de encuentro. Unos diez paraguayos y paraguayas, además de algunos estudiantes latinos y otros locales se juntaron en torno a la parrilla portátil, donde ya el fuego esperaba los cortes de carne y los chorizos. “La carne paraguaya es por lejos mejor, pero se puede encontrar también buena carne acá. No tienen la variedad que tenemos, pero sirve para un buen asado. Nos solemos reunir de tanto en tanto, hacemos vaquitas y así compartimos. También tenemos otras actividades, como la Copa América de fútbol, donde hay equipos de toda Latinoamérica. Nosotros tenemos nuestra selección paraguaya”, cuenta Ernesto Rojas, estudiante paraguayo quien lleva cuatro años en Tainan, cursando la carrera de Marketing Management.




Nelson Scuderi, por su parte, estudia en Kaohsiung, pero vive en Tainan. Está hace dos años en Taiwán y cursa un masterado en Internacional Pacific Affairs. A la consulta de cómo va llevando la vida en Taiwán, lo primero que destaca es la solidaridad paraguaya. “Venimos al otro lado del mundo para darnos realmente cuenta de que un paraguayo siempre está para cuando necesitás. Otro ejemplo grande son los hermanos estudiantes latinoamericanos. Ellos tienen siempre la curiosidad de cómo el paraguayo puede ser tan solidario y cómo, cuando hay una reunión entre paraguayos, está el tema de sentarse en círculo para tomar tereré y hablar de lo que sea”. Ernesto agrega: “Al comienzo es difícil, muchos desafíos, culturas muy diferentes, el idioma, la comida, sobre todo para nosotros que hablamos mucho de la comida, pero nada de todas dificultades podrían haber sido subsanadas de alguna u otra manera si nosotros no teníamos el apoyo de otros paraguayos”.

En chino

Sin duda una de las barreras más importantes a vencer es el idioma. En este sentido, todos los becarios a Taiwán realizan un primer año de chino mandarín intensivo. Y hay incluso casos como el de Liliana Cárdenas, que cursa su carrera completamente en ese idioma. Liliana sigue Marketing y Logística y es también la única extranjera de su clase. Luego de casi cinco años de estudio está a punto de recibirse de licenciada. Su proyecto es volver al país. “Estoy muy contenta y orgullosa de estar llegando a la meta. Al comienzo costo un poco, como todo, pero luego una se va adaptando y hoy puedo decir que logré el objetivo, estoy a punto de recibirme y volver a Paraguay, con mi familia. La experiencia es realmente fantástica, yo le recomiendo a todos porque ayuda realmente muchísimo. He madurado muchísimo como persona”, señala.

Otros estudiantes han sentido también el rigor de vivir en una cultura distinta, además de la presión de una sociedad muy competitiva. Romina Cristaldo vino a estudiar a Taiwán desde la ciudad de Pedro Juan Caballero. Hoy se encuentra culminando el tercer año de Recursos Humanos. “En mi caso costó mucho el idioma, hasta ahora es lo que más me cuesta porque no tengo mucha ayuda de mis compañeros, muchas veces pasé materias por milagro, porque me enteré a última hora que rendía. Acá en Taiwán la competencia es brava entre compañeros y socialmente, en muchos aspectos hay mucha competencia. Pero con los años uno va a aprendiendo como valerse por sí mismo y eso facilita mucho las cosas, aprende como a vivir el día a día, dónde recurrir cuando uno necesita ayuda, en qué supermercado ir a comprar algo que te gusta o algo parecido a lo que comés en casa. Mucho tiempo estuve sola en una ciudad, así que me tocó aprender cosas por mí misma, inclusive tuve que buscar casa por internet. Al comienzo era como que había mucha presión de la universidad también, porque ellos también estaban como experimentando. Era la primera extranjera en el departamento. En mi universidad no hay extranjeros. Pero ahora ya estoy bien, ya estoy mucho mejor”.

Ser “valé”

Además de la gran solidaridad que mencionan los estudiantes, es de destacar la madurez que tienen estos jóvenes para sobresalir en una sociedad con códigos bien distintos. Liliana cree que parte de la clave está en los mismos genes: “Creo que paraguayo es ‘valé’, como se dice, como cultura somos guapos, nos vamos, preguntamos; la mayoría estamos a veces solos, en carreras totalmente en chino, entonces tenés que ir a lidiar con esas cosas y eso nos destaca a los paraguayos acá en Taiwán. Somos personas que lidiamos, que luchamos con tal de conseguir pasar la materia. Estos años de estar acá me demostraron que somos así”.




A pesar del desafío que representa, Daisy Espínola, de San Lorenzo, dice no arrepentirse de haber optado por la beca y que todo ha tenido su recompensa. “Creo que la decisión que tomé al aplicar a esta beca y aceptar esta oportunidad me abrió las puertas a muchísimas cosas, porque desde ahora tenemos como otra perspectiva de lo que queremos, y queremos mejorar nuestro país y es por eso que seguimos acá luchando”. Daisy está estudiando hace tres años Microbiología Molecular e Inmunología.

La Asociación

Encontrar esa mano guía y amiga es fundamental para cualquier estudiante que llega recién a Taiwán. Por los requisitos de la beca, los estudiantes llegan muy jóvenes (el promedio de edad de los becarios es de entre 18 y 27 años) y precisan ser ayudados en varios temas, desde los más complicados a los más básicos. Esa funciona la vienen cumpliendo en buena medida los estudiantes con más años en el país, a través de la Asociación de Estudiantes Paraguayos en Taiwán (www.apetaiwan.org).

“Al principio la beca enviaba solo a dos o tres personas, pero desde el 2005 empezó a gran escala. La Asociación surgió en el 2008 a iniciativa de los primeros becados, para dar apoyo entre los estudiantes y preocupados también por el tema del retorno, qué pasaba de nosotros una vez que retornemos al Paraguay. Incluso hay una asociación de ex becarios con la que trabajamos conjuntamente”, comenta María José Mayeregger, caacupeña, quien hace ocho años fue a Taiwán, primero para estudiar un año de chino, luego la carrera de Ciencias Políticas y Diplomáticas y luego una maestría de dos años en Negocios. Hace un año trabaja en una empresa, lo que le servirá de experiencia laboral ya que piensa retornar al país en diciembre.

Otro estudiante “veterano” es Walter Leguizamón, de Luque. El está hace siete años en Tainan, ahora terminando la maestría en Ingeniería Eléctrica, escribiendo la tesis y esperando con ansias la hora del retorno. La Asociación, cuenta Walter, “cumple un papel de nexo entre los estudiantes que estamos acá y Paraguay, para informar sobre las empresas y cómo está el campo laboral en nuestro país”. “El hecho de que tengamos una asociación es un gran logro. En Taiwán el paraguayo es muy valorado, mismo entre otros latinoamericanos, porque somos el primer país que se puso las pilas y se organizó entre estudiantes, tuvo la idea, el objetivo y lo logró, y lo seguimos logrando con cada día que mantenemos la Asociación”, agrega María José.

El retorno

Ya con sus carreras terminadas o a punto de terminar, María José y Walter nos cuentan también sobre otro gran desafío: el retorno.

“Nuestro desafío es ir a competir allá con los demás estudiantes paraguayos, nosotros vamos allá a demostrar lo que sabemos, no esperamos tener todo en bandeja sino ir a competir y demostrar la preparación que tuvimos acá. Estoy seguro que el 100% de los paraguayos acá está con ganas volver y aportar su granito de arena. Oportunidades en Taiwán siempre hay, aquí y en otro lados, de seguir estudiando o trabajando, pero como te digo, yo estoy seguro que todos tenemos ganas de ir al Paraguay. Me faltan dos meses para volver, estoy también con esa incertidumbre pero estoy emocionado de retornar e ir a aportar desde donde me toque. Yo todavía no cuento con experiencia laboral, salí a los 18 años, terminé el colegio y vine, y estoy dispuesto a pagar el derecho de piso como se dice y después ir para arriba y seguir buscando lo que quiero”.

“El miedo siempre va a estar –afirma por su parte María José-, pero también teníamos miedo al venir a enfrentar acá los desafíos, y no veo por qué en nuestra propia tierra no podamos lograrlo”.

Es un potencial enorme el que tiene el Paraguay formándose en las universidades taiwanesas gracias a las becas del gobierno asiático. No solo en el sentido de profesionales que salen con una instrucción de alto nivel. Sino también porque son jóvenes con un gran anhelo de un país mejor y que tienen al país como prioridad. Un tema recurrente, por ejemplo, es la falta de experiencia laboral, ya que los años que pasan en Taiwán son casi exclusivamente de estudio. Por ello, sería bueno que en adelante se mejoraran los canales para que estos profesionales vuelvan al país sin tanta incertidumbre, luego de haber hecho tanto esfuerzo en sus estudios.

El asado estuvo en su punto. Excelente. Nada que envidiar a los que se arman bajo las frondosos mangales en Paraguay. La noche avanzaba en esa esquina de la lejana en Tainan, y en el silencio del barrio alguna palabra en guaraní sonaba para hacer desaparecer por un momento la distancia.

lunes, 28 de noviembre de 2016

“Me gusta contar historias con mi danza”


Nota en Ideas + Palabras

La bailarina y coreógrafa Marisol Salinas estrenó en Paraguay su trabajo “El último aleteo de Andrea”, una puesta donde se sumerge en una historia cruda e intensa que remueve sus propios recuerdos. 

En diciembre de 1981, una herida enorme se abría en el corazón de Centro América. Una herida de 900 víctimas, en la piel de El Salvador. 



En plena guerra civil, el ejército salvadoreño inicia ese mes una dura ofensiva contra la guerrilla y avanza sobre las pequeñas poblaciones de El Mozote, La Joya, Jocote Amarillo, Cerro Pando y Los Toriles, en la montaña, en busca de los insurgentes. Los militares toman a los pobladores como rehenes, los torturan, los asesinan. Los cuerpos de casi mil personas desaparecen en la selva.
En medio de la sangría, una mujer escapa. Andrea Márquez huye con su hija en brazos, pero una bala furtiva alcanza a la pequeña que muere en sus brazos. Andrea pierde la cordura. Su instinto de supervivencia la mantiene con vida durante más de dos años en escondites de la selva, temerosa de sus perseguidores. Fue una de las pocas sobrevivientes de aquel genocidio.
La obra de la bailarina y coreógrafa Marisol Salinas, “El último aleteo de Andrea”, lleva a la danza la historia de Andrea Márquez. Estrenada en México en el 2015 y presentada meses atrás en El Salvador, ahora se exhibe por primera vez en Paraguay. La primera función se realizó ayer y hoy sube a escena la última, en el espacio independiente La Caósfera (Gral. Díaz 1163 e/ Hernandarias y Don Bosco, Asunción), a las 20:00 (Entrada general G. 40.000 y G. 30.000 para estudiantes).
Marisol es salvadoreña, pero lleva ya dos décadas viviendo y trabajando en Paraguay. Hablamos con ella sobre esta arriesgada puesta, sobre cómo construyó la idea y cómo esos recuerdos de su tierra la fueron llevando por un difícil sendero creativo. “Busqué enfrentar de la manera más honesta lo que yo sentía, lo que yo podía imaginar como vivencia a partir de lo que la historia me dejaba saber. Hubo momentos en que realmente me tranqué en la creación, como que avanzaba hasta cierto punto, pero había momentos en los que yo tenía que pasar a contar el terror, claro, desde mi perspectiva, que quizás no lo viví en carne propia, pero sí debía ponerme en ese lugar”, cuenta la artista.
-¿Estabas en El Salvador en diciembre del 81?
-Yo viví en El Salvador todos los años de la guerra, que terminó en el 92, en que se firmaron los acuerdos de paz. En diciembre de ese año me mudé a Paraguay.
Tuve la suerte de no vivir en una zona de guerra ,pero sí vivíamos la cotidianeidad del conflicto, sobre todo los primeros años, hasta antes que se confinaran las guerrillas a las montañas. Vivíamos en el día a día los operativos urbanos que había, de repente se desataba alguna balacera y había que salir corriendo a refugiarse, ese tipo de cosas. Además del bombardeo constante de noticias de combates, de muertes; escuchábamos las bombas en los cerros de los alrededores de la ciudad, la psicosis de la guerra, eso si lo viví.
-Habrá sido muy removedor retornar a los recuerdos y reencontrarse con el horror de la guerra
-Sí, exactamente. Uno crea mecanismos de defensa para poder seguir viviendo en esos contextos, tenés que seguir trabajando, estudiando, criando a tus hijos… Y además, por otro lado, la desinformación era tal que, por ejemplo, nosotros que vivíamos en la ciudad no conocimos en su momento lo que ocurrió en El Mozote, una matanza que el gobierno negó incluso hasta hace poco. Nosotros nos enteramos por rumores. Hay muchas cosas que ahora recién puedo dimensionar, ahora que me he puesto a hacer este trabajo, que me he puesto a leer testimonios, recuentos periodísticos. Ahí te das cuenta de todo lo que estaba aconteciendo a tu alrededor y se te vuelve a mover el alma, tus sentimientos. Te volvés a aterrorizar.
-¿Cómo se administra todo eso para plasmarlo a través de la danza?
-Y creo que como no se trata de sentarse a contarlo sino dejar que el cuerpo cuente, yo creo que ha sido realmente sanador, porque toda esa marea de emociones que te vienen cuando lees la historia, es dejarla pasar por el cuerpo y que se exprese a través del cuerpo. Es ese momento maravilloso para uno que es bailarín, de dejar que tu cuerpo sea recipiente y sea canal, que pase por vos y así contarlo al público.
Cuando estuve en El Salvador y hablé con mujeres sobrevivientes, el contarlo, o sea, la palabra, era algo sanador para ellas. Y yo decía, esa palabra que nos llega a nosotros, canalizarla a través del cuerpo y devolvérselo a ellas, a toda esa gente, es un regalo.
-Hacer la obra en El Salvador fue como cerrar un círculo
-Para mi sí. Es como que me debía esto, con mi gente y conmigo misma. Poder hablar desde lo que hago, desde mi lenguaje de la danza, contar el dolor que vivimos y poder devolverlo. Porque de ese momento de salir de El Salvador y esa desconexión creo que me di cuenta lo que me pesaba solo dos décadas después.
-Contar una historia así ¿se hace a través de alguna técnica en particular?
-Obviamente que hecho mano de todo mi bagaje en la danza y también de experiencias en el teatro, pero para este trabajo en particular ha sido uno de esos momentos en que he dejado que todo eso que está dentro de mí, todo ese aprendizaje técnico, todas esas experiencias, toda esa amalgama simplemente surja. Es más, a mí me cuesta decir que este es un trabajo de danza, porque no hay en este trabajo formas de danza. Es como que tuve que destruir la forma de la danza para poder expresar de manera honesta lo que para mi tenía que expresar.
-¿Es una de tus puestas más difíciles?
-Creo que sí, porque me conflictuó mucho el hecho de canalizar esa emoción. No quería que fuera una cosa condolida pero sí quería honestamente poner ahí mi punto de vista sobre esa historia, lo que yo imaginaba era la vivencia de Andrea Márquez, y mostrarla con respeto por la persona de ella, por sus familiares, que todavía viven; de hecho yo fui a presentar la obra en el lugar donde ella vivió también. Busqué cómo mostrarla a ella en su historia con dignidad. Había muchas cosas que sopesar, además de ser honesta conmigo misma. Todo eso fue muy complejo.
-¿Cómo vas encontrando los temas de tus trabajos?
-A mí me gusta contar historias con mi danza, pero es un gusto particular. Es una necesidad mía. En general yo digo que mis temas se ven influenciados por la literatura de alguna manera, ya que siempre me gustó la literatura. Por un período largo de tiempo todas mis inspiraciones venían de la literatura, de la poesía, de la narrativa. Cuando estábamos con Cuerpo Presente, el grupo que formé aquí con Edith Correa y Mirta Insaurralde en los años 90, hicimos por ejemplo “Amarillo Sur”, que estaba inspirada en una novela de Gioconda Belli, “La mujer habitada”; después hicimos “Verde que te quiero verde”, inspirada en los poemas de García Lorca, y más recientemente hice “Hay detrás un fulgor”, sobre los cuentos de Gabriel Casaccia. Y como que muy frecuentemente mi inspiración viene desde ahí, desde la literatura.
Pero en este caso, tanto en el “Último aleteo de Andrea” como “Guindas”, mi anterior obra, surgió la necesidad de contar una historia que era pertinente volver a sacarla ahora en El Salvador; la gente como que está sintiendo la necesidad de traer de nuevo las historias de la guerra, de sanar. Al fin se puede hablar de esos temas en mi tierra, se acaba de derogar la ley de amnistía que estaba todavía protegiendo a los criminales de guerra. Uno siempre parte de su contexto. Yo siempre me afecté por mi contexto histórico, no lo puedo evitar.
-Estás hace más de 20 años en Paraguay; cuando llegaste ¿cómo te integraste al medio?
-Como mi marido es paraguayo, él me conectó con mucha gente. Empecé a tomar clases con el Ballet Nacional y ahí comencé a conocer gente, a vincularme con algunos coreógrafos, empecé a tomar clases con varios maestros. No tardé mucho en conectarme. En el 93 ya bailé algunas coreografías con Agustín Alfaro, un maestro chileno que era del Ballet Nacional; en el 94 formamos Haiku Teatro, luego formamos Cuerpo Presente, que activó por cinco años consecutivos y ahí hicimos toda clase de espectáculos. En el 2000 surge la oportunidad de ir a vivir un tiempo fuera, a los EEUU. A los cuatro años regresé y ahí empecé prácticamente mi carrera como solista.
-En ese momento te formaste en una técnica especial
-Sí, estando en los EEUU me formé en una técnica llamada Skinner Releasing Technique, que es una técnica de movimiento y que me cambió bastante la visión de la danza y sobre todo del cuerpo en la danza. Gracias a estas técnicas que ven al cuerpo y a la mente como un todo y conectado con el universo, me es permitido reciclar, dejar que entren esas historias y que vuelvan a salir en algo positivo. Se enseña sobre todo en EEUU y Europa y creo que hasta el momento soy la única latinoamericana que está certificada en esta técnica.
-Estas últimas dos décadas marcan la evolución en muchas artes en Paraguay, pero ¿cómo ves a la danza en particular?
-Yo llegué en el 92, cuatro años después de que había caído Stroessner y de hecho cuando llegué, la danza contemporánea estaba ya siendo conocida, aunque por muy poca gente, era una especie de gueto la gente que hacía danza contemporánea. Creo que la principal evolución que yo he visto desde entonces es la cantidad de bailarines con excelente técnica que surgen. Desde Bellas Artes, por ejemplo, han salido bailarines muy buenos, en los ocho años que yo he estado, he visto por lo menos tres generaciones de bailarines muy buenos, pero no solo acá, sino también en varias otras académicas. El material humano de la danza ha crecido en calidad y cantidad.
Creo que la falencia que todavía estamos teniendo en el medio es cómo absorbemos todo ese material humano que está surgiendo de las escuelas. Elencos de danza clásica hay, pero prácticamente no hay de danza contemporánea que estén absorbiendo esa gente; eso, por un lado, y por otro, hace falta la formación en coreografía, hace falta formar coreógrafos, porque todavía vemos mucha danza que repite patrones. Falta todavía ver una danza que se arriesgue, una danza de riesgo temático, que rompa patrones, que se anime a romper con el gusto del público. El público paraguayo tiene todavía un gusto bastante tradicional y falta el riesgo de romper con eso. Y eso no se va a dar mientras los bailarines sean solo bailarines y salten de la nada a ser coreógrafos, sino que mediante una formación profunda. Y yo creo que va a haber algo.
BIO
Marisol Salinas es coreógrafa, intérprete y docente de danza; originaria de El Salvador y residente en Paraguay desde 1992. Es Licenciada en Letras por la Universidad de El Salvador. Se formó en técnicas clásica y contemporánea en El Salvador, Teatro Primigenio en Paraguay y en Skinner Releasing Technique en Estados Unidos y Gran Bretaña (maestra certificada en esta técnica; Seattle, 2004). Obtuvo su certificación como maestra de Open Source Forms (Seattle, 2014). Realiza presentaciones a nivel independiente, tanto de forma individual como colectiva; esto último con el grupo de performance multidisciplinaria Maino’i Colectivo Escénico, del cual es miembro fundadora (2007). Fue profesora del Departamento de Danza del Instituto Superior de Bellas Artes en Asunción (ISBA), donde fue parte del equipo elaborador del plan de Licenciatura en Danza e impartió varias asignaturas (2007-2015). Durante dicho período también fue una de las coreógrafas permanentes de la Compañía Juvenil de Danza del ISBA. Fue directora del Ballet Nacional de Paraguay (2012). Se desempeñó como coordinadora pedagógica del proyecto de inclusión social Senderos del Movimiento (2008-2009). Fue bailarina invitada del Ballet Nacional del Paraguay (1997); cofundadora y codirectora de las agrupaciones de danza-teatro Haiku Teatro (1994-95), y Cuerpo Presente (1995-2004). En coautoría con Mirta Insaurralde, obtuvo el 2º lugar en el Concurso Coreográfico Presidencia de la República, con la coreografía “Sinfonía Mínima” (1997). En El Salvador, fue miembro de Ballet de El Salvador (1980-1983) y de Evolución Danza Contemporánea (1987-1989).

Las máscaras que se burlan del miedo

El kamba ra’anga, el guaikuru, la máscara, el fuego, elementos que vienen de tiempos remotos y llegan a nuestros días en forma de festividades, con una invalorable carga de historia y tradición. Un libro de Carlos Colombino estudia esta llamativa expresión cultural. Por Arturo Peña. Agradecimientos al Centro de Artes Visuales Museo del Barro y a Fernando Allen.

Del 28 al 30 de junio, en la localidad de Itaguazú, en Altos, departamento de Cordillera, se realiza la fiesta patronal en honor a San Pedro y San Pablo y la tradicional fiesta del kamba ra’anga, una colorida y antigua manifestación cultural donde las figuras del kamba, el indio guaikuru, el fuego y otros elementos se conjugan en una suerte de puesta teatral popular.
“El kamba ra’anga es una creación de la época colonial –para precisar, del siglo XVII–, en el Paraguay. Personaje que recuerda a ‘un sujeto legendario de la historia del hombres’ (González, 1984.46) que se presenta disfrazado de negro, con trapos y ropas viejas, a veces con vestidos femeninos, llevando el rostro cubierto con una máscara y que forma parte de la representación de una especie teatral o fiesta, semejante a los autos sacramentales del medioevo, llamada rúa”, señala en este sentido un texto fundamental para la interpretación de esta celebración, el libro “Kamba Ra’anga. Las últimas máscaras”, del arquitecto Carlos Colombino, publicado por el Museo del Barro en 1989, hoy nos sirve de fuente.
En la actualidad las representaciones de la rúa y sus pintorescos personajes, donde las máscaras y otros elementos son comunes, se realizan en torno a fiestas religiosas y populares en localidades de Altos, Tobatí, Emboscada y Villlarrica.

Referencias

Una de las primeras referencias al kamba ra’anga se remonta a 1697, cuando en un escrito aparece por primera vez la frase “figura de negro”, la traducción al castellano de “kamba ra’anga”. Colombino acota que para aquella época ya había esclavos africanos instalados en Asunción, traídos especialmente para el trabajo doméstico. Otra es de 1795. Un cronista de la época, Aguirre, presenció una de las rúas de Asunción, que “constaron de kamba ra’anga, guaikuru, turcos y húngaros, quienes aparecieron en ese orden. Los kamba ra’anga venían adelante, disfrazados de negros, ‘encaratulados, con invenciones y expresiones ridículas’”, según transcribe Colombino. Acota que podría tratarse no solo de negros, sino de mestizos y blancos vestidos de negros: “Aquí se trataría de una subjetivación del negro; posiblemente de otro negro. Al parecer los esclavos negros no son responsables de esta evocación”, afirma.
En el siglo XVII –sigue explicando Colombino–, un enemigo importante nace para el mestizo y el guaraní en el Paraguay; “son los bandeirantes, mezcla de mulatos, negros, mamelucos, portugueses e indios tupí, seres de fortaleza física (…) Este grupo pudo haberse convertido por el hombre guaraní-paraguayo en un personaje: el kamba ra’anga”. “Al evocarlo, nombrarlo o construirlo en una imagen, se intenta una catarsis colectiva; al encarnarlo, de alguna forma, se lo destruye o se lo sublima; se espanta el miedo, al reducirlo a juego, a través de la simulación del peligro: la amenaza incita a un miedo ficticio, un miedo que puede divertir, incluso”, agrega en otro párrafo. Pero esta hipótesis no excluye, sin embargo, otros contenidos inmersos en el extraño kamba, aclara también el investigador.
El Dr. Francia censura las manifestaciones populares. Prohíbe el uso de las máscaras características de los kamba ra’anga, lo que probablemente haya afectado la difusión de las rúas durante la dictadura. En el periódico El Cabichu’i, editador durante la Guerra de la Triple Alianza, comienzan a aparecer “elementos caricaturescos que los grabadores imponen a las figuras representan. A partir de estas ilustraciones, se puede emparentar, por primera vez, estos dibujos mascariles con las caretas de los kamba ra’anga que han llegado hasta nosotros”. En los textos del Cabichu’í, la palabra kamba se extiende también a todos los aliados, es decir, a todos los considerados enemigos. El antropólogo Cadogan –cita Colombino en su obra– vuelve a registrar una rúa, más dde 100 años después de la referencia de Aguirre. Se realiza en Villarrica, en 1938.

Las máscaras

Para Colombino, una de las representaciones más vivas que llegan hasta hoy es la de la compañía Itaguazú. “En ella pueden verse a los kamba ra’anga luciendo ese aspecto extraño y agresivo con sus características máscaras de madera”, señala. “La protección que ofrece la máscara todo hace posible; se cataliza el sentido de la fiesta; produce una ruptura de roles. Un kamba ra’anga se permite piropear a un hombre. También puede convertirse en locutor y recordar, subido en una tarima, hechos que pueden abarcar temas políticos o cotidianos. La máscara, al romper el rol individual, ayuda abandonar, a cambiar de personalidad”, explica el libro.
Las máscaras se fabrican sobre todo en Altos y Tobatí, en maderas blandas como el timbó y el curupy ra’y, y representan sobre todo imágenes con facciones negroides, viejos, animales y monstruos. “El triángulo formado por Emboscada, Altos y Tobatí, área ocupada también por negros e indígenas y donde se dan estas máscaras con mayor énfasis, recuerda con ellas la historia del mestizaje y el aporte de ambas vertientes que se hallaba diluido ‘en la corriente común de la cultura popular’ paraguaya”, señala Colombino citando también un estudio de Josefina Plá.
Muchos elementos más componen estas fiestas tradicionales. Incluso, hay características que son particulares de algunas localidades. Sin duda, un atractivo cultural de gran valor que merece ser preservado, conocido y reconocido en su justa medida.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Paraguayo idea una revolución
con biogás desde los EEUU



Augusto Aguilera, junto a Natalie y Savannah.

Augusto Aguilera Ramírez (26 años) es un becario paraguayo que se encuentra cursando una Maestría en Administración de Negocios Globales, Sociales y Sostenibles (GSSE MBA, por sus siglas en inglés) en la Universidad Estatal de Colorado (CSU, Colorado State University), Estados Unidos.
Junto con colegas de estudio, el joven estudiante impulsa actualmente un “revolucionario” proyecto de energía alternativa, que tiene como fin ayudar a familias de escasos recursos en Etiopía, África. El proyecto fue bautizado Biogas Revolution o Revolución del Biogás, en español (www.facebook.com/BiogasRevolution).
Augusto explica que el currículum de su carrera “sale del esquema tradicional de una escuela de negocios y es considerado uno de los mejores en su tipo a nivel de Estados Unidos. El objetivo de GSSE MBA es diseñar empresas rentables que afecten positivamente al planeta y a la vida de la gente; en pocas palabras, nuestro enfoque es el emprendedorismo social. Este concepto es relativamente nuevo y fue popularizado por el Prof.
Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, quien impulsó un revolucionario sistema de microfinanzas a través del Banco Grameen (Bangladesh)”, explica el joven estudiante.
Biogas Revolution surge en el marco de esta maestría. “Es uno de los seis emprendimientos que se gestaron en GSSE MBA durante el semestre pasado. El carácter no tradicional del programa se ve justamente en ese aspecto, ya que, además de aprender cómo administrar una empresa sostenible, nosotros mismos debemos llevar adelante un emprendimiento que ponga a prueba todos los conceptos estudiados”.
En octubre del año pasado, Augusto se unió a sus compañeras de universidad Natalie Markham y Savannah Miller, para desarrollar un proyecto basado en las ventajas y promesas de la biodigestión (proceso por el cual las bacterias convierten desechos orgánicos, como estiércol vacuno, en productos útiles como biogás, que a su vez se transforma en combustible para cocinar y generar energía eléctrica, y fertilizante natural).
“Luego de realizar investigaciones en el área, creamos un modelo de emprendedorismo donde una familia rural puede producir su propio biogás y fertilizante, vendiendo el exceso para generar ingresos adicionales; esto permite un ambiente más sano al cocinar alimentos, además de liberar tiempo para dedicarlo a la educación y el desarrollo personal (especialmente en el caso de las mujeres, quienes invierten largas horas en juntar leña). Al poco tiempo de esbozar nuestro modelo, descubrimos que (B)energy, una joven empresa alemana operando en Etiopía, contaba con una idea similar y con la tecnología apropiada para avanzar el proyecto. Palpitando la oportunidad de estrechar una alianza, contactamos con (B)energy ofreciendo nuestra colaboración, a lo cual accedieron con mucho entusiasmo”, relató Augusto.
Crowdfunding
Desde ese momento, el equipo viene interactuando con (B)energy para ver las mejores formas de implementación de la iniciativa en Etiopía. Pero otro de los desafíos es la financiación. “El proyecto tiene varios miles de dólares en costos –explica Aguilera–. CSU se ha encargado de gran parte del presupuesto que nos permitirá trabajar en Etiopía, pero aún nos queda un trecho que debemos cubrir personalmente.
De ahí que iniciamos una campaña de recaudación de fondos en la reconocida plataforma online Indiegogo Life, a través de la cual apelamos al apoyo de personas en cualquier parte del planeta (al momento de escribir este texto, hemos recaudado 41% de nuestra meta)”.
“Quienes quieran puedan donar vía tarjeta de crédito/débito o, si están en Paraguay, pueden contactarse conmigo para realizar donaciones en efectivo (la gestión la hace mi familia y no tiene costos adicionales de envío). No se preocupen por el monto, ya que una donación mínima de un dólar o 5.000 guaraníes es de gran valor para nosotros. Finalmente, a quienes se pregunten por qué nos acercamos al público con nuestros pedidos de donación, nos gustaría expresar humildemente que la innovación y el cambio social son valores universales, y que nuestra intención es llegar a un modelo que pueda beneficiar a todo el mundo”, expresó el becario paraguayo.

"La solución no debe pasar 
por hacer barrios cerrados"


Entrevista publicada en La Nación y reproducida en: 
http://www.democraticamentepy.com/web/index.php?option=com_content&view=article&id=801:juan-carlos-cristaldo-arquitecto-paraguayo-master-en-diseno-urbano-en-harvard&catid=82:nacionales&Itemid=457

Juan Carlos Cristaldo Moniz es el primer arquitecto paraguayo en alcanzar un Master en el Graduate School of Design (GSD, Escuela de Arquitectura, Diseño Urbano, Planificación y Paisajismo), de la prestigiosa Universidad de Harvard, en EEUU.

Su camino se inicia en la Facultad de Arquitectura de la UNA (Fada UNA), de donde egresa como arquitecto en 2004, para luego iniciar una extensa formación en el exterior, en Argentina, Brasil y España. Su aceptación en Harvard se dio a comienzos del 2011, a través de una beca Fulbright. La semana pasada nada más, Cristaldo se graduó como Master en Diseño Urbano, en la reconocida casa de estudios.

¿En qué consistió el tema del Master en Harvard?
El curso que acabó de terminar es una maestría en Diseño Urbano (Urban Design). Es un programa de dos años, que brinda una plataforma multidisciplinaria –basada en el diseño– para crear proyectos urbanísticos. Varias instituciones apoyaron mi estadía en Harvard. La Facultad de Arquitectura, donde trabajo como docente, me concedió permiso y el decano Ricardo Meyer ha brindado total respaldo. El equipo del Taller E también fue fundamental, especialmente Solano Benítez, uno de los arquitectos paraguayos más reconocidos, y que estará enseñando el próximo semestre en el GSD. No puedo dejar de mencionar el apoyo del Conacyt y, finalmente, el propio GSD me brindó su respaldo, incluyendo el “Dean’s Honor Merit Award”, en el año 2011.

Tu caso es, sin duda, un ejemplo para los estudiantes paraguayos.  
Cuesta mucho esfuerzo construir una práctica profesional y académica que tenga alguna relevancia internacionalmente, y nuestras instituciones públicas, ciertamente, tienen aún mucho que hacer, ya sea mejorando la infraestructura disponible a nivel local, dando incentivos a investigadores y artistas, etc. Sin embargo, se subvaloran instituciones, recursos y capacidades instaladas que existen y que podrían constituirse en primeros peldaños para quien esté interesado en salir y capacitarse.
Así que no hay secreto. A quien le queme la idea de salir a estudiar afuera, no hay otro consejo más que el siguiente: hay que construir las capacidades necesarias (idiomas, un primer posgrado regional, etc.) y avanzar.

Diseño urbano es una de las materias reprobadas en Paraguay, ¿cuál es tu visión en este sentido?
En términos de urbanismo, y la discusión de ciudades y el territorio en Paraguay, creo que muchas veces tenemos una curiosa desconexión. Creo que la gente, no solo las autoridades o instituciones, suele tener la impresión de que vivimos una realidad profundamente estática en la que nada cambia en nuestras ciudades. Nosotros sabemos que no es así. Mientras todo cambia a una velocidad impresionante, la idea de impulsar proyectos urbanos, extremadamente necesarios para Paraguay, se considera imposible, a menos que se trate de construir barrios cerrados de dudosa estética. Si seguimos pensando que la discusión urbanística central en Paraguay pasa por hacer barrios cerrados con estética Miami, vamos perdidos.
En este sentido, yo creo que un gran aporte que se puede hacer desde la Universidad es contribuir a visibilizar estos problemas y oportunidades. Si me preguntas, esa sí es una agenda de trabajo interesante, no hacer barrios cerrados que contribuyan a hacer aún más grande la brecha entre los que tienen y los que no tienen. En un mundo cada vez más urbano, se reconoce que la importancia de discutir las ciudades, sus conflictos y potencialidades es cada vez mayor.

El metrobús ¿será una solución efectiva?
Yo no creo que vaya a ser la única solución. Ningún proyecto, por mejor que sea, contiene en sí todas las soluciones. Fijate: en todas las ciudades consolidadas del mundo el sistema de transporte público es multimodal e integrado. O sea, hay un sistema como el metrobús, integrado con otros sistemas como buses menores que hacen recorridos locales, ciclovías para que la gente use su bicicleta de modo a llegar las paradas, etc.
De lo que sí estoy convencido es que el metrobús puede contribuir enormemente a mejorar la realidad de muchísima gente que cada día, viaja en el corredor de transporte público más usado del país. Todos los estudios hechos hasta hoy, por agencias internacionales de cooperación y crédito, incluyendo a la JICA y el BID, coinciden en que el metrobús es la mejor alternativa para el corredor Eusebio Ayala-Mariscal Estigarribia. No me queda más que decir que mi impresión es que el metrobús es rechazado, no por su ineficiencia, ni por ser un mal proyecto. El metrobús es rechazado porque es un excelente proyecto, pero contrario a los intereses de determinados sectores.

¿Qué otras recetas se pueden dar para nuestras ciudades?
Yo creo que más que recetas, lo que he podido aprender –o fortalecer– es un cierto rigor en la mirada y en el pensamiento. Necesitamos rigor en nuestro trabajo, en nuestras argumentaciones, en nuestra investigación. Que se entienda bien, rigor no es falta de pasión, ni de alegría, rigor refiere a un nivel de exigencia con uno mismo y con lo que uno hace. Quizá más que buscar recetas afuera que puedan ser aplicadas directamente, lo que podemos aprender de estudios comparativos son métodos de trabajo, tecnologías, estrategias de gestión pública.
Pienso que en Paraguay oscilamos entre una conducta de imitación irreflexiva y un aislacionismo arrogante e ignorante. Por ejemplo: queremos parecernos superficialmente a lo que nos parece desarrollado: Buenos Aires, Estados Unidos, Europa. Y terminamos produciendo una ciudad compuesta de barrios cerrados, tránsito caótico y calles que privilegian al coche, conectados con restaurantes de comida rápida y shoppings. Es decir, terminamos copiando como nuevo lo que es la agenda antigua y perimida de esos lugares que vemos como centrales.
Debemos conocernos con detalle, debemos saber qué ocurre en nuestras ciudades y en nuestro territorio. Necesitamos conocer nuestra historia y nuestro presente si queremos discutir con sensatez el futuro. Parte de nuestro problema en Paraguay es que nos conocemos poco, y por eso, muchas veces resulta fácil vendernos espejos.